Alejandra Castañeda Gómez del Campo
Archéologie des Amériques (ArchAm, UMR 8096), université Paris 1 – Panthéon-Sorbonne
- La obra Migrations in Late Mesoamerica editada por Christopher S. Beekman constituye un aporte fundamental que se suma a una serie de trabajos que, en las últimas décadas, han intentado reivindicar las migraciones como tema de estudio en arqueología.
- Hablar de migración en el ámbito arqueológico nos lleva a adentrarnos en un debate con una trayectoria intrincada que va de la mano con su historia y evolución teórico-metodológica. Como es reconocido por diversos autores, esta temática ha sufrido una suerte de abandono que está ligado, por un lado, a su génesis como modelo explicativo evolucionista y posteriormente histórico-cultural (Cabana 2011; Hakenbeck 2008; Trigger 1992 [1989]) y por otro, a la aparente incapacidad teórica y metodológica de la arqueología para abordar dicha temática (Adams, Van Gerven y Levy 1978; Anthony 1990; Beekman 2019; Burmeister 2000).
- El primer punto se relaciona con el surgimiento de la Nueva Arqueología puesto que, como lo menciona Trigger, “la migración y la difusión perdieron importancia en favor de la tentativa por explicar los cambios que tenían lugar dentro de los sistemas culturales durante largos episodios de tiempo” (Trigger 1992 [1989]: 304), asimismo, siguiendo las reflexiones de Cabana (2011: 21-22), el tema sufrió una suerte de descrédito debido a sus fuertes vínculos con la Historia Cultural que llevó al desinterés de su estudio incluso en los posteriores planteamientos de la arqueología Postprocesual.
- Es a partir de la década los 90´s que resurge un interés en el estudio de los fenómenos migratorios. Si bien, en lo que respecta al ámbito metodológico se reconoce al trabajo de Rouse (1986) como uno de primeros intentos por sistematizar el estudio de las migraciones desde una perspectiva que cruza diversas disciplinas, como la lingüística y la bioantropología, con la arqueología, el famoso texto de David Anthony “Migration in Archaeology: The Baby and the Bathwater” (1990), ha sido señalado por diversos autores como decisivo en la reivindicación de los fenómenos migratorios como objeto de estudio en arqueología (Brumeister 2000: 540; Cabana 2011: 22; Hakenbeck 2008: 17-18; Tsuda 2011: 313).
- La aparición de varias obras de corte multidisciplinario en las últimas dos décadas testimonian el interés desencadenado por dicha señalización, algunas de estas dedicadas únicamente a casos arqueológicos (Cabana y Clark 2011; Meller et. al. 2017), mientras que otras integran también casos antropológicos (Baker y Tsuda 2015; Crawford y Campbell 2012; Ruz, García Targa y Cuidad Ruiz 2009), así como compilaciones con casos exclusivamente mesoamericanos (Cárdenas García 2017; Manzanilla 2005). Bajo este escenario, la obra de Beekman se posiciona como una obra multidisciplinaria dedicada al estudio de las migraciones acontecidas en Mesoamérica, que contribuye con una base teórica y conceptual del tema, sumada a la aplicación de metodologías provenientes de diferentes disciplinas como la arqueología, la lingüística, la bioantropología, la etnohistoria, la historia del arte y la epigrafía (capítulo 1).
- Este libro recopila diez casos que tocan una serie de líneas de debate en torno a la migración que continúan en boga hasta nuestros días y que se sitúan temporalmente en un marco que comienza a finales del Clásico y que se proyecta hasta el Postclásico tardío (500-1500 CE). La obra está divida en dos apartados que corresponden a dos grandes áreas geográficas, el norte y el sur mesoamericanos.
- La travesía en el apartado del norte mesoamericano comienza con la contribución de Jane H. Hill (capítulo 2), cuyo tema se sitúa al interior del debate en torno a la ubicación temporal y espacial de los primeros hablantes de nahuatl, problemática abordada a través de un análisis lingüístico y epigráfico. A través de un ejercicio de reconstrucción del léxico Proto-Nahua, propone que sus hablantes se mantuvieron desde sus inicios dentro los confines mesoamericanos, que dichos grupos pueden ser caracterizados como agricultores que habitaron en los trópicos, y que la zona del Bajío se sitúa como un espacio plausible para situar el origen dichos grupos. Estos postulados sumamente innovadores se contraponen con las hipótesis clásicas que proponen que los orígenes de esta lengua se situaban en el norte y, por lo tanto, correspondían con pobladores instalados en el desierto. Finalmente reitera que la diversificación del Proto-Nahua, fenómeno que implicó su expansión, pudo haberse suscitado durante el periodo epiclásico o incluso antes.
- En el capítulo 3 Dan M. Healan y Robert H. Cobean construyen, desde una perspectiva meramente arqueológica, una serie de hipótesis en torno a tres eventos relacionados con migraciones en el área de Tula y que tocan a su vez a tres temáticas claves en la historia mesoamericana. La primera concierne a la expansión Teotihuacana: los autores reportan que los primeros asentamientos en la región de Tula datan del 200 al 400 CE. De acuerdo a los autores el sitio de Chingú, en conjunto con los múltiples asentamientos de la fase epónima, pudieron haber albergado a grupos Teotihuacanos y/o gente bajo su control como Zumpango o Temascalapa. El segundo episodio de migración está ligado al fenómeno conocido como la diáspora Zapoteca. Además del hallazgo de una tumba de estilo Zapoteco en El Tesoro, diversos asentamientos de la fase Chingú arrojaron cantidades considerables de material del valle de Oaxaca. Los autores proponen que no se trata únicamente de enclaves comerciales, sino de sitios que albergaban comunidades de origen Zapoteco. Finalmente el arribo de pobladores vinculados con el fenómeno Coyotlatelco. Esta hipótesis se fundamenta en el abandono de los sitios vinculados con Teotihuacan de la fase Chingú alrededor del año 650 CE (fase Metepec), y en la aparición del complejo cerámico Coyotlatelco, asociado a la implantación de una nueva red de sitios que no muestran una continuidad espacial con los de la fase Chingú.
- El capítulo 4 “Migration and the Coyotlatelco ceramic tradition: evidence from el Bajío” de Christine Hernández y Dan M. Healan, demuestra el potencial de los materiales cerámicos como vía informativa para rastrear la continuidad de tradiciones estilísticas. Los autores proponen que la tradición rojo sobre bayo, que durante el Epiclásico se denomina Coyotlatelco, se gestó y evolucionó en el espacio denominado “Near West Mexico” que abarca el centro y este Michoacano, el Bajío y el sur de Guanajuato. Esta hipótesis se basa en un estudio estilístico detallado de las producciones bicromas obtenidas en sitios con ocupaciones que parten desde el Preclásico, ejemplificado por la cerámica Chupícuaro, pasando por colecciones Mixtlán y Loma Alta del Clásico temprano, seguido por el complejo cerámico Atzimba y Ramón de la fase Choromuco, el complejo Cantinas de finales del Clásico (500-600 CE) y, finalmente, colecciones de la fase Lerma (700-1100/1200 CE) correspondientes al Epiclásico y principios del Postclásico temprano. Los autores exponen las similitudes existentes entre la cerámica Coyotlatelco de las fases Prado y Corral de Tula con respecto a la cerámica Cantinas y Campo red on brown de la fase Perales para proponer el vínculo entre ambas tradiciones. Sumado a ello apuntan la asociación entre sitios considerados como Coyotlatelco con la presencia de obsidiana de Ucareo.
- El occidente mesoamericano ha sido también escenario de múltiples debates en torno a las movilidades humanas, entre los que destaca el concerniente al origen del complejo arqueológico “El Grillo”, ubicado en la zona central de Jalisco. “El Grillo: the reestablishment of community and identity in far western Mexico” de Christopher S. Beekman (capítulo 5) constituye una propuesta que está fundamentada en un camino metodológico y teórico expuesto anteriormente por el autor (Beekman y Christensen 2011) que consiste en el cruzamiento de datos provenientes tanto de la arqueología, como de la lingüística, la etnohistoria y la bioantropología, con el fin, no únicamente de evidenciar la existencia de movimientos migratorios, si no de ir un paso adelante para intentar inferir el tipo de relaciones expresadas entre migrantes y residentes. Este aporte es de sumo interés puesto que reconoce que la dimensión identitaria de las sociedades es polifacética, adaptativa y circunstancial. Las evidencias más contundentes que apoyan el ingreso de nuevos pobladores se centran en los datos arqueológicos, por ejemplo destacan las diferencias en la configuración arquitectónica de los sitios de El Grillo así como el patrón de asentamiento (entre otros aspectos importantes enunciados en el texto), que reflejan cambios a nivel cosmológico con respecto a la tradición Teuchitlán, establecida entre el 800-300 AEC (fase Tequila 1) al 450/500 CE (Beekman y Weigand 2008: 313, 326). Asi, Beekman aboga por un origen alóctono de dicha tradición, probablemente ligada a migrantes llegados vía el Río Lerma alrededor del 450-500 CE.
- Susan Schroeder (capítulo 6) explora una temática sumamente popular en los estudios mesoamericanos concerniente a la historia de la peregrinación de los grupos Mexica-Tenochcas desde Aztlán y Chicomoztoc hacia la cuenca de México, a partir del análisis de una fuente poco explorada: los anales de Chimalpahin. Gracias a la multiplicidad de narraciones incluidas en dicho documento, Schroeder aboga por la idea de la existencia de una visión común de los grupos nahuas asentados en el centro de México concerniente a los orígenes relacionados con episodios de migración, narraciones muchas veces ligadas explícitamente a Aztlán y a Chicomoztoc. Para la autora, la existencia de una narrativa común respecto a la génesis de dichos grupos permite también entender un aspecto clave en la formación del estado Mexica: el proceso de construcción del altepetl como modelo de organización y administración política y económica.
- El apartado de “Southern Mesoamerica” inicia con la aportación de B. Scott Aubry en su texto “Classic period migration in the Maya area: a morphometric analysis” (capítulo 7). Desde el prisma de la bioarqueología, el autor realiza un análisis morfométrico basado en la variación de la dentición de esqueletos aplicando dos análisis estadísticos, el primero para evaluar la proximidad bilógica entre poblaciones denominado “distancia estadística de Mahalanobis”, en conjunto con el “modelo de aislamiento por distancia de Wright” que, tomando en cuenta la distancia (en este caso las distancias geográficas de los sitios), permite estimar el flujo genético y con ello la variabilidad biológica de las poblaciones. Un rico corpus de estudio es analizado, la mayoría proveniente de sitios mayas del periodo clásico hasta el postclásico temprano, así como muestras de Tula, Teotihuacan y Cholula. En términos generales los resultados exponen distancias biológicas no significativas entre las poblaciones del área maya con aquellas del centro de México, lo cual refleja la intensidad en las interacciones entre ambas regiones y que, por lo tanto, apoyan la idea de la existencia de migraciones del centro de México hacia el área maya. Por otro lado, el autor señala poca variabilidad genética entre los sitios mayas, lo cual se explicaría por la existencia de una gran cantidad movimientos internos.
- El artículo “The murals of Cacaxtla: monumental art as evidence of migration” de Andrew D. Turner (capítulo 8) demuestra el potencial interpretativo de los estudios centrados en el análisis de arte monumental, propio a la Historia del Arte. Turner propone que Cacaxtla fue un espacio multiétnico de guerreros y comerciantes que, además de estar constituido por poblaciones de origen Olmeca-Xicalanca, albergó grupos de las tierras bajas mayas, argumento basado en la similitud del programa pictórico (estilo, técnica e iconografía) entre Cacaxtla y algunos sitios del corredor del Usumacinta y del este de las tierras bajas mayas. De manera más precisa, sugiere que los autores del mural son artistas provenientes del sur de Veracruz o Tabasco. Asimismo propone una interpretación sumamente interesante sobre el discurso del mural de “La batalla” donde los guerreros jaguares victoriosos corresponderían a personajes provenientes de las tierras bajas mayas, mientras que los guerreros pájaro que se muestran sometidos, son representaciones de personas de alto rango, quizás de Cholula o Xochitécatl. Finalmente sugiere que Cacaxtla fungió como enclave comercial entre el centro de México y las tierras bajas mayas.
- Erik Boot, en el capítulo 9 intitulado “The Itzá Maya migration narratives: historic reality, myth, or... Weighing the idea of migrations in light of new research”, realiza un análisis multidisciplinario teniendo como base información etnohistórica que cruza con datos epigráficos, iconográficos, arquitectónicos y bioantroplógicos, con el objetivo de abordar la historia de los Itzaes Mayas, grupo al que se ha atribuido la fundación de Chichén Itzá. Boot propone que dos migraciones pueden ser identificadas a través de las fuentes exploradas, la primera relacionada con Itzamná y la llegada de los Itzaes al norte de Yucatán, movimiento que tiene su origen en el colapso de los sitios de las tierras bajas centrales mayas entre el 700-900 CE y que culmina con la fundación del complejo arquitectónico denominado viejo Chichén Itzá,. El autor sugiere que los pobladores pudieron haber provenido de un área localizada al este del lago Petén (específicamente del sitio Itzimte-Sacluk). El segundo episodio refiere a la llegada de K´uk´ulkan, que se manifiesta con la aparición de un complejo político y religioso del centro de México relacionado a la serpiente emplumada y que está materializado en el Nuevo Chichén Itzá.
- “The Pipil migrations in Mesoamerica: history, identity, and politics” de William R. Fowler (capítulo 10) aborda los orígenes y trayectoria de los grupos hablantes de nahuatl que habitaron Centroamérica, comúnmente conocidos como Pipiles. Utilizando diversos tipos de datos, principalmente arqueológicos, que compara con información etnohistórica y lingüística, propone que la súbita aparición de una red de sitios (que conforman la esfera Guazapa) considerados como asentamientos pipiles de la zona este y central de El Salvador, está ligada al arribo de grupos hablantes de nahuatl. El autor propone que este fenómeno puede estar ligado a la diáspora tolteca acaecida después de la destrucción de Tula Chico que conllevó a la expulsión de Quetzalcóatl alrededor del 850 CE y que, por lo tanto, el origen de los pipiles podría corresponder con una facción Tolteca.
- La presencia del Nahuatl en un espacio predominantemente Maya como lo es Guatemala ha volcado la atención de diversos estudios para comprender su presencia desde época prehispánica hasta su extinción durante el siglo XIX, sobre todo por las implicaciones que este fenómeno tiene para entender, por un lado, la trayectoria de grupos provenientes desde el centro de México y, por otro, la construcción de las identidades prehispánicas que habitaron el actual territorio de Guatemala. Sergio Romero, a través del artículo intitulado “Dialectology and the history of Nahua peoples in Guatemala” (capítulo 11) basa su investigación en evidencias etnohistóricas y lingüísticas para mostrar que la presencia de hablantes de nahuatl no está ligada a un solo origen. El análisis de textos coloniales expone la existencia de, por lo menos, tres dialectos del Nahuatl: el Pipil o Nahuatl Centro Americano, presente desde el Postclásico y vinculado con el Nahuatl del Istmo y de Tabasco, el Nahuatl Centro Guatemalteco y, finalmente, el Nahuatl Centro Mexicano, ligado a los indígenas del centro de México llegados con los Españoles en tiempos posteriores a la conquista. En este sentido, el autor propone la existencia de una pluralidad étnica ligada a los hablantes de nahuatl, donde el Pipil parece haber sido la lengua minoritaria, mientras que el Nahuatl Centro Guatemalteco se posiciona como lengua vernácula y de mayor extensión.
- Esta obra, además de reflejar tres décadas de avances en torno a los fenómenos migratorios en arqueología, evidencia dos aspectos fundamentales en su estudio, primero la necesidad de una aproximación multidisciplinaria que permita, en la medida de lo posible, una comprensión integral que eventualmente pueda llevar a conocer la articulación entre dicho fenómeno y el registro arqueológico y, en segundo lugar, que las migraciones deben ser estudiadas como un fenómeno per se, punto señalado por Beekman en los planteamientos iniciales: “The goal of this volume is to enhance our understanding of the occurrence and significance of migration in the millennium preceding that most consequential migration of all—the European encounter. No one seeks to bring back migration as a deus ex machina explanation for culture change” (Beekman 2019: 1-2).
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