Miriam Judith Gallegos Gómora, Ricardo Armijo Torres
Instituto Nacional de Antropología e Historia, Tabasco, México
The Mayan figurines in Tabasco, México: contexts and narrative during the Late Classic
Three pre-Hispanic clay figurine traditions have been identified in Tabasco territory. Based on the Jonuta and Comalcalco figurines collections, the evidence suggests that during the Late Classic period there were two styles of anthropomorphic figures: one associated mainly with funerary deposits, while the other occurs in residential buildings or in ritual contexts. These indicate the differentiated use of images. Each individual representation embodied in a miniaturized human figure, transmits information and emotions of the people who created them, while grouped representations narrate the history of some event and identify the activities of certain individuals by sex, age or social condition.
Keywords: Mayan figurines, Late Classic period, Tabasco (Mexico), spaces-uses, representations.
A las doctoras Brigitte Faugère y Juliette Testard por sus valiosos comentarios y preguntas sobre el texto, así como las observaciones de los revisores anónimos. Sus cuestionamientos nos hicieron reflexionar para replantear ideas o especificar datos. Sin embargo, el contenido final es responsabilidad de quienes lo escribimos.
Contexto espacial y cultural de las figurillas manufacturadas en Tabasco
El territorio que hoy día ocupa el estado de Tabasco –en el sureste de México–, se caracteriza por ser una extensa llanura aluvial que sólo presenta una serranía baja en su extremo sur. Esta planicie se formó por los grandes volúmenes de agua provenientes del cauce principal y ramales de los ríos: Mezcalapa-Mazapa al oeste y el río Usumacinta al este. Ambas corrientes cruzan de sur a norte el estado hasta desembocar hacia la parte central del Golfo de México. La riqueza natural del entorno propició la instalación de asentamientos humanos permanentes desde hace al menos tres mil años[1]. Un rasgo característico de las culturas que se desenvolvieron en esta región, fue la utilización predominante de tierra y arcillas como materias primas. Inicialmente los olmecas y más tarde los mayas edificaron sus construcciones principales formando basamentos de tierra compactada con gruesos repellos con cal. Usando barro modelaron figurillas e hicieron adornos, herramientas y utensilios de uso cotidiano y ritual. Un rasgo importante de las arcillas locales empleadas por estos pueblos es que es factible diferenciar de cuál sistema fluvial provienen. Conforme a los estudios de Ronald L. Bishop del Smithsonian Institution of Washington, los depósitos del río Usumacinta presentan inclusiones de ceniza volcánica, mientras que los barros del río Mezcalapa-Mazapa tienen un porcentaje alto de fitolitos (Armijo Torres, Bishop, Gallegos Gómora 2008; Armijo Torres, Gallegos Gómora y Jiménez Álvarez 2005: 191; Bishop 1992: 26-29). El estudio de la cerámica arqueológica producida en territorio tabasqueño ha permitido: a) conocer el desarrollo tecnológico y los procesos de manufactura de la alfarería; b) situar cronológicamente etapas constructivas de los edificios monumentales o las unidades habitacionales, así como los materiales asociados; c) identificar los sitios productores y consumidores, especialmente de vasijas y figurillas; d) emitir interpretaciones sobre los contextos y usos de algunos objetos, por ejemplo las figurillas antropomorfas moldeadas durante el período Clásico tardío, tema de este trabajo. En el año 2015 Miriam Judith Gallegos Gómora inició el proyecto de investigación Las figurillas de la Costa del Golfo: género, identidad y función financiado y autorizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. La investigación aborda el análisis de las figurillas procedentes de Jonuta y Comalcalco –ciudades mayas en el estado de Tabasco–, con el objetivo de definir la presencia de estilos locales e identificar rasgos significativos que permitan indagar la identidad de la población que las manufacturó y utilizó. El proyecto analiza también la distribución de las piezas dentro de los asentamientos para conocer si determinados tipos de representaciones ocurren en espacios específicos y si el contexto y materiales asociados pueden revelar alguno de los usos de este tipo de objetos arqueológicos. Finalmente, aborda la presencia de piezas con representación semejante en asentamientos ubicados a lo largo de la costa del Golfo de México, desde el sur de Veracruz –en lugares como Nopiloa, Dicha Tuerta y El Zapotal–; hasta el norte en sitios como Jaina (en la costa del estado de Campeche) y Xcambó (al norte de Yucatán); e incluso con materiales de asentamientos tierra adentro como Mayapán (también en el estado de Yucatán). Dicho patrón permitirá conocer las pautas culturales y rituales que compartían varios pueblos, donde algunos tipos de figurillas de barro constituyeron un elemento significativo de ciertas actividades. En general, el proyecto es un estudio de la identidad y etnicidad de la población regional a través de sus representaciones plásticas (Gallegos Gómora 2015: 64-70, 2016, 2019; Gallegos Gómora y Armijo Torres 2015: 13-34). Igualmente, algunas piezas seleccionadas por su buen estado de conservación fueron analizadas para un estudio de corte arqueoacústico como parte de un proyecto de investigación de la UNAM a cargo de la Dra. Francisca Zalaquett, con quien se trabajó en colaboración (Zalaquett et al. en prensa)[2]. Por lo general, los resultados alusivos al análisis de las figurillas solían incluirse como un anexo o parte complementaria del estudio de los restos cerámicos de la excavación de un sitio, dejando a un lado la información sobre las representaciones, los espacios en donde fueron encontradas, su estado físico o su hallazgo formando grupos o de forma aislada, completas o fragmentadas. El presente trabajo se enfoca en las colecciones de figurillas de Comalcalco y Jonuta, ciudades ubicadas junto a los ríos Mezcalapa y Usumacinta respectivamente. Los materiales de ambos sitios han permitido identificar representaciones locales y la existencia de tipos usados en regiones amplias, pero también que algunos de éstos se ocupaban preferencialmente en contextos domésticos mientras que otras representaciones son exclusivas o predominantes de entierros, residencias de elite o edificios especializados, como los templos con criptas funerarias.Las tradiciones de manufactura de figurillas en Tabasco y sus contextos
Las culturas que habitaron Tabasco –al sur de México–, elaboraron figurillas de personas, animales y seres fantásticos. Se han identificado tres tradiciones de manufactura a lo largo de la etapa prehispánica. La primera tuvo lugar durante el período Preclásico, localizada especialmente en sitios al occidente del estado. Las figurillas de esta tradición inicial se caracterizan por ser pequeñas, sólidas y modeladas; son de carácter naturalista, representando a individuos asexuados o con genitales poco marcados, desnudos o con escasa vestimenta consistente en faldellines, algún braguero y adornos en la cabeza o sobre el pecho. Destaca una variabilidad de peinados e incluso la presencia de cascos. Es evidente que la diferenciación entre los individuos ocurría en el arreglo de su cabeza y cabello y los adornos que portaban. Los personajes se retrataron de pie o sentados (Figura 1). Se han encontrado en sitios olmecas como La Venta (Drucker 1952) y en San Andrés (Derilo Tway 2004). Figura 1 – Figurillas de la primera tradición de manufactura en Tabasco. Proceden del sitio arqueológico de La Venta. Del lado izquierdo (a), figurilla femenina regordeta, sin vestimenta. Lado derecho (b) una figurilla masculina con pequeño braguero, tocado y barba. Fue localizada dentro de una vasija durante el rescate 6 en el sitio (fotos de R. Armijo Torres para el catálogo del museo de sitio dependiente del INAH). La colección de La Venta consistió en alrededor de 117 cabecitas de figurillas y fragmentos de cuerpos procedentes de las trincheras de excavación 1 y 3, efectuadas en 1942 por Philip Drucker, al oeste y suroeste del edificio principal del sitio identificado como la estructura C-1. La trinchera 1 expuso un relleno de arena que no presentó entierros, ni huesos de animales o piedras de gran tamaño, sólo una escasa cantidad de tiestos y figurillas. Por otra parte, la trinchera 3 excavada en otro relleno arenoso fue más productiva en cantidad de figurillas, aunque los cuerpos se presentaron muy erosionados. En el extremo noreste de la trinchera 3 –practicada al sur del asentamiento, posiblemente en el Complejo D–, se descubrió una vasija de Cerámica Crema Burda, rota, pero aparentemente completa[3]. Este objeto había sido colocado bocabajo en un pozo antes de la ocupación extensiva de la zona. Más detalles sobre el contexto de las piezas no existen, excepto que presentaban una cantidad variable por niveles. Del total de piezas, 52 correspondieron a rostros anchos sin cabello y algunas con turbante (tipo I-B-3); 17 mostraban un turbante elaborado en la cabeza (tipo I-A-3); 9 correspondieron a las llamadas baby face; mientras que el resto eran especímenes que el autor identificó como anómalas: una calavera con rasgos punzonados, una cabecita con prognatismo que tal vez representa un mono y quizá un personaje enmascarado. Temporalmente la colección fue ubicada hacia el Formativo Medio, es decir entre 900-300 a.C. (Drucker 1952: 20-22, 139). Puede añadirse que, en la temporada 1987 del Proyecto Arqueológico La Venta del INAH, a cargo de Rebecca B. González, durante la búsqueda y ubicación de esculturas monumentales en el Complejo B, Juan Martín Rojas localizó una formación troncocónica por lo que llevó a cabo el rescate arqueológico No. 6. El interior de este singular depósito contenía abundante material cerámico y situado en la parte superior se había colocado un cuenco en cuyo fondo había una figurilla. La pieza representaba a un hombre de pie, con las manos en la cadera, portando taparrabos, tocado, un pendiente sobre el pecho y con barba, elemento poco frecuente en las representaciones olmecas (Figura 1)[4]. Un contexto más de figurillas del sitio de La Venta fue aquel registrado por Miriam Judith Gallegos Gómora durante las excavaciones de la estructura D-7, edificio donde se localizaban tres grandes esculturas monumentales sobre un edificio pequeño. Su disposición, en los extremos del inmueble pudieron formar una escena monumental, como aquella representada por la famosa ofrenda 4 de La Venta. Sin embargo, al final de alguna ocupación dos esculturas fueron colocadas bocabajo y otra enterrada casi por completo, formando quizá una ofrenda de clausura de este espacio. Justo en el extremo sureste de la construcción se situaba el monumento 53, el más grande del conjunto[5]. Al realizarse la excavación del contexto de esta escultura se hallaron varias concentraciones de lítica, grandes tiestos y fragmentos de figurillas asociadas a tierra quemada y abundante carbón. El depósito más relevante descubierto al este del edificio consistió en un acomodamiento horizontal de tiestos formando una ele. Los fragmentos pertenecían a diferentes tipos de vasijas de la cerámica establecida por Drucker (1952: 102-104, 81-92) como: fine paste gray black, fine paste buff orange, coarse black y coarse buff, fechadas entre el 800-500 a.C. (Gallegos Gómora 1990: 19-23). Entre las figurillas había 71 torsos, cabezas y extremidades muy erosionadas pertenecientes a los tipos I-A y I-B[6], ubicados cronológicamente en la fase tardía del auge de La Venta. El otro grupo conocido de figurillas pertenecientes a esta primera tradición fue aquel excavado por Mary Pohl y Kevin Pope en el sitio de San Andrés, localizado al noreste de La Venta. En San Andrés se obtuvieron 306 figurillas fechadas desde la fase Molina –1350-1150 a.C.– hasta la fase Franco tardío –550/500-350 a.C.–, aunque más del 58% se ubicaron dentro de la fase Franco Temprana –700-500/550 a.C.–. Estas figurillas proceden de contextos secundarios o terciarios, por ejemplo: rellenos de basureros domésticos como el Rasgo 9 Unidad 1 fechado para la fase Puente –ca. 800-700 a.C.–. En este contexto, los fragmentos de figurillas se encontraron junto a huesos calcinados de animales, restos de vasijas –para cocinar, almacenar y servir alimentos–, el fragmento de una mano de metate, carbón, navajas de obsidiana, hematita y jadeíta –estos últimos, constituyeron materiales importados y de alto estatus–. Es factible, según los investigadores del sitio, que los adornos representados sobre el pecho y en las orejas de algunas figurillas podrían indicar cómo usaron los olmecas estos materiales exógenos (Derilo Tway 2004: 1, 4, 63). Las figurillas y los materiales asociados sugieren la realización de actividades celebradas en áreas habitacionales, es decir eventos que incluían la participación de varias personas para establecer o estrechar lazos con motivo de la ingesta de comida y bebidas durante banquetes y rituales. La mayor parte estaban fragmentadas, quizá intencionalmente. Derilo Tway propone que las figurillas fueron hechas y usadas para personificar la fuerza animada de los individuos y eran un medio de comunicación con lo sobrenatural cuando se practicaban rituales de curación o de culto, o bien durante el embarazo y parto. La presencia de estas figurillas en San Andrés muestra que, en sitios periféricos a la gran ciudad de La Venta, también se realizaron rituales que incluyeron el uso de los mismos objetos (Derilo Tway 2004: 25, 61). Asimismo, se han encontrado figurillas de esta tradición al occidente de Tabasco en pozos de sondeo de varios sitios inspeccionados por Edward B. Sisson (1976: 583-639); en la ciudad de Villahermosa -capital del estado-, durante el rescate arqueológico en un montículo de tierra (Armijo Torres y Gallegos Gómora 1997: 10-12); así como en varios asentamientos al este de Tabasco, situados hacia la parte media del río Usumacinta. En esta región las figurillas son comparables con las de La Venta y San Andrés (Ochoa 1982: 147-174). Aunque no se tiene información precisa sobre sus contextos, sí permiten conocer la extensión de esta tradición, que se desarrolló en sitios erigidos en las márgenes de los cauces principales de la región –río Usumacinta al este y Mezcalapa al oeste–. Posteriormente, las poblaciones que residieron en el territorio de Tabasco dejaron de manufacturar y utilizar figurillas durante varios siglos. No se cuenta con evidencia, al menos por ahora, de piezas fechadas entre los períodos Formativo Medio y Clásico tardío (500-950 d.C.), momento en el que tiene lugar la segunda tradición de figurillas caracterizada por incluir piezas hechas en molde, huecas, que pueden ser al mismo tiempo un tipo de instrumento musical como sonaja, silbato u ocarina (Figura 2). Figura 2 – Figurillas de la segunda tradición de manufactura en Tabasco. De izquierda a derecha: a. figurilla femenina con brazos en alto de la región del Usumacinta, quizá Jonuta (Museo Regional de Antropología Carlos Pellicer, foto Miriam J. Gallegos); b. figurilla de guerrero con escudo, c. mujer de elite con escudo circular al frente (Museo de sitio de Comalcalco, fotos de R. Armijo Torres); d. molde para rostro antropomorfo y e. molde de cráneo (Museo de sitio de Comalcalco, fotos de Miriam J. Gallegos). En este trabajo se considera que estos objetos, además de representar tridimensionalmente a los individuos, tuvieron una función utilitaria empleándose como instrumentos musicales. De tal modo podían proveer música a la gente durante sus rituales domésticos como ha sugerido Julia Hendon para los silbatos y sonajas que excavó en el Valle de Copán (2003: 30). Es importante comentar que hoy día, la música de sonajas, silbatos y tambores es la que acompaña los rituales y danzas tradicionales de la comunidad yokot’an o maya chontal de Tabasco, tanto en los espacios domésticos como en las fiestas comunales (Gallegos Gómora 2008: 225-246). Durante el Clásico tardío Jonuta y Comalcalco fueron centros sobresalientes de producción y exportación de vasijas de pastas finas y figurillas. También existe la evidencia del uso y manufactura de figurillas en sitios de la periferia de Comalcalco (a no más de 20 km a la redonda), así como en Frontera, Tierra Nueva, Tiradero, Tortuguero, Tecolpan y varios otros ubicados por todo Tabasco (Corson 1976: 9-126; Gallegos Gómora 2009a: 45-54, 2009b: 1051-1061; Rands y Rands 1965: 535-650). Es una tradición que se extendió a lo largo y ancho del estado y en muchos sitios contemporáneos del mundo maya por la costa del Golfo de México como Los Guarixes, Tixchel o Jaina (Figura 3). Figura 3 – Localización de los sitios arqueológicos con figurillas referidos en el texto (© Google Earth). La información sobre los contextos en Tabasco es escasa y sólo se cuenta con datos para algunos sitios. En Tiradero (municipio de Balancán), Elsa C. Hernández excavó fuera del área nuclear una unidad habitacional en el Conjunto A. La exploración produjo cerámica, obsidiana y dos fragmentos de figurillas “tipo palencano”. La casa excavada consistió en unos cimientos de grandes piedras, de planta cuadrangular, dispuestos sobre una plataforma (Hernández y Álvarez 1978: 52, 55). En otro sitio conocido por sus inscripciones epigráficas, El Tortuguero (municipio de Macuspana) se recuperó lítica, cerámica y 22 fragmentos de figurillas huecas y sólidas muy semejantes a las de Jonuta. Las piezas procedían de pozos que practicó Hernández en la zona habitacional, aunque no existen mayores datos sobre las características de la vivienda (Hernández 1984: 68-72, 104). Sin embargo, el contexto más interesante y bien registrado de piezas en Tabasco, aparte de las figurillas de Comalcalco y algunas de Jonuta –tema de este artículo–, son las excavadas en 1953 por William T. Sanders en el sitio Tierra Nueva (municipio de Huimanguillo), dentro de un proyecto de la New World Archaeological Foundation[7]. En este asentamiento Sanders excavó un montículo habitacional edificado con cuerpos superpuestos de tierra compactada. Destaca la planta oval de la construcción, igual a las viviendas de los mayas yucatecos; con una altura de 3.15 m, seguramente para mantener los pisos de la casa libres de inundaciones. La trinchera de excavación practicada en esta construcción expuso varios restos de pisos producto de las remodelaciones hechas a la cima del montículo habitacional (Sanders 1963: 211-212, 214-217). Pero también descubrió una ofrenda depositada al centro de la construcción la cual estaba oculta por una sucesión de pisos. Esta consistió en cuatro figurillas de barro colocadas entre dos vasijas. Fueron manufacturadas en una pasta fina amarillenta, representando a una mujer de pie con los brazos en alto; un músico de pie sosteniendo una trompeta en el brazo derecho; un enano y un personaje que parece estar sentado y quizá es una mujer mayor o un individuo contrahecho. Piezas que, de acuerdo con el análisis de materiales hecho por Román Piña Chan y Carlos Navarrete, pertenecían a las figurillas mayas del tipo “Jonuta” del Clásico tardío, comunes a la costa del Golfo (Piña Chan y Navarrete 1967: 30). Todas eran silbatos y evidentemente fueron depositadas en conjunto como ofrenda. Además, en el pozo 74 practicado al margen de otra plataforma habitacional en Tierra Nueva, se localizaron fragmentos de figurillas huecas semejantes a las de Jaina o Jonuta. Esta excavación puso al descubierto la existencia de un pozo de donde posiblemente se extrajo la tierra para formar el relleno de los montículos adyacentes, de tal modo, estas figurillas pudieron ser parte del pozo usado como banco de material. Las figurillas corresponden a la fase tardía del asentamiento y su cerámica era prácticamente idéntica a la de Comalcalco. Por tanto, Piña Chan y Navarrete establecen que la temporalidad de Tierra Nueva corre como la de Comalcalco desde el final de Clásico temprano hasta el Clásico tardío –500 a 900 d.C.– (Piña Chan y Navarrete 1967: 28-31). Esto indica no sólo la extensión del área sujeta a Comalcalco, sino que el patrón cultural sobre el uso de las figurillas y tipos de vasijas es el mismo. Habiendo identificado algunos contextos donde se utilizaron las figurillas de la segunda tradición, es importante revisar los tipos que incluye. Generalmente en los estratos inferiores se encuentran figurillas de individuos en posiciones hieráticas que recuerdan las del Altiplano o la costa veracruzana, así como algunos ejemplares de figuras articuladas. En el estrato superior aparecen las figurillas que caracterizan cada sitio, que son más realistas y de mayor movimiento. Esta secuencia se ha distinguido en contextos excavados de Jaina (Barba Meinecke 2003: 55-58)[8], y en Comalcalco por los autores de este texto. En cuanto al tipo de representaciones, las femeninas sostienen un espejo o un escudo, agitan un abanico o se encuentran junto a un plato de alimentos. Las figuras masculinas identificadas por usar un braguero aparecen solas asociadas con elementos que identifican su rol como guerrero, gobernante, músico, entre otros. En ambos casos la vestimenta señala el género. También hay representaciones de bultos mortuorios sobre tronos, animales, hombres disfrazados o quizá seres sobrenaturales tal vez un way, enanos, jorobados y hombres con alguna enfermedad. Existen figurillas de parejas conformadas por un anciano abrazado a una mujer joven, dos hombres luchando, un individuo sosteniendo un pequeño animal en el regazo, mujeres junto a infantes y hombres cargando mujeres. Las figurillas de esta corriente también son importantes porque proporcionan información abundante y detallada de diversas prácticas culturales entre la población como son la modificación craneal, escarificación o mutilación dental. Cabe señalar que también abundan las representaciones zoomorfas de fauna local. En Comalcalco y Jonuta predominan las figurillas femeninas. Sin conocer el significado específico de muchas representaciones de esta tradición, algunas poses y detalles generan fuertes sentimientos en el observador, como la máscara de un desollado que cubre el rostro de un individuo, o los brazos en alto como suplicantes de una joven, pose que también se ha vinculado con la danza. Es importante recalcar que en esta etapa algunos elementos iconográficos se encuentran en piezas de sitios muy distantes entre sí como el tocado de Serpiente de Guerra característico de piezas que retratan gobernantes y que se asocian con el poder y Teotihuacan (Taube 1992: 53-87); rasgos que se encuentran por ejemplo en Motul de San José, Guatemala (Halperin 2004: 45-60) y también en Comalcalco y Jonuta. Esta condición sugiere que en ciudades diferentes y alejadas pero contemporáneas, se practicaban rituales y se tenían creencias comunes que hacían uso del mismo tipo representación en barro (Gallegos Gómora 2009a: 45-54). La última corriente de figurillas se elaboró durante el Posclásico (950-1250 d.C.), cuando las principales poblaciones se concentraron hacia la zona costera de Tabasco y Campeche en sitios como: Juárez, Atasta, Xicalango, Aguacatal y Champotón, y en algunos sitios tierra adentro como Ismate (cerca de la ciudad de Villahermosa, capital de Tabasco). La diversidad de tipos de la tradición anterior desaparece. Las piezas de este período se moldearon usando el barro de la cerámica Anaranjada Matillas, una pasta fina polvosa al tacto[9]. Las figurillas zoomorfas de esta tradición suelen presentar un baño de chapopote, muchas son silbatos y quizá para usarlas en actividades cotidianas se aplicó este recubrimiento para que no sufrieran desgaste en la superficie. Otras representaciones fueron imágenes de mujeres con el torso desnudo y las manos enmarcando su ombligo o el pubis, muchas muestran la dentadura aserrada (Figura 4). Es una pose plana, sin mayor dinamismo elaborada en molde. Estas figurillas funcionaron como sonajas y conservan restos de pintura roja. Son figuras diferentes a las de la corriente anterior, no obstante, la imagen femenina continuó predominando. Sobre su contexto los datos que se tienen es que el molde de figurilla femenina del sitio de Ismate fue recolectado en superficie por Gallegos Gómora en 2014; una figurilla que reproduce la misma figura fue comprada por Matheny en Aguacatal, Campeche (1970: 99); el resto de las piezas antropomorfas de esta tradición se pueden observar en museos de la región sin información sobre su procedencia. Figura 4 – Molde de arcilla para elaborar una figurilla femenina de torso desnudo con manos sobre el estómago enmarcando el pubis, con dientes aserrados. Pieza recolectada en superficie en el sitio de Ismate (municipio de Centro), fuera de contexto pero inmediata a montículos habitacionales (foto de Miriam J. Gallegos). Además de la figura humana y de animales, durante esta etapa de elaboraron maquetas de edificios. Las figurillas de edificios miniaturizados se localizaron en el relleno de la excavación del Montículo B de Juárez explorado por Heinrich Berlin. Esta construcción era la más importante del sitio. Tenía una altura de 25 m, pero ésta debió ser mayor y quizá en la cima hubo una construcción de materiales perecederos. Las exploraciones de Berlin fueron en la fachada sur donde encontró que los ladrillos en la base del edificio desplantaban de un piso de conchas calcinadas (Berlin 1956: 109). En suma, la información sobre los contextos de los cuales proceden las figurillas de las tres tradiciones de manufactura identificadas para Tabasco es escasa y parcial. Sin embargo, es factible establecer sus características básicas: Primera tradición: se encuentra preferentemente al occidente de la región y algunos sitios junto al río Usumacinta al este. Aquellas figurillas con ubicación precisa señalan su asociación con espacios donde se realizaron rituales y banquetes. Otras piezas se identificaron en la parte superior de una formación troncocónica y junto a una escultura monumental. Estas últimas parecen corresponder con la clausura de uso de un espacio y quizá el término de función/culto de la imagen de cierto individuo. Se manufacturaron durante el Formativo medio. Segunda tradición: las piezas se distribuyen por todo el territorio del actual estado de Tabasco e incluso su presencia se extiende hacia Campeche y sur de Veracruz en sitios costeros. Aparecen asociadas a zonas de descarte en viviendas comunes y de élite; tanto en los asentamientos principales como en poblaciones periféricas. Los contextos de Comalcalco señalan que las figurillas también se emplearon en edificios especializados como el Templo I de la Plaza Norte o el Templo V en la Gran Acrópolis. Cuando son parte de rellenos o descartes suelen aparecer fragmentadas y desgastadas, mientras que las figurillas íntegras se hallan en ofrendas y asociadas con vasijas, como el contexto de la clausura y remodelación de una vivienda. No es común encontrarlas como parte de ofrendas funerarias como ocurre en Jaina, donde las figurillas se usaron de forma preferente en este tipo de entorno. Corresponden al Clásico tardío. Tercera tradición: la presencia de figurillas se encuentra mayoritariamente en sitios inmediatos a la costa del Golfo de México. La información sobre los contextos es mínima, la mayor parte de piezas conocidas carecen de datos sobre su procedencia. Sólo se tiene el registro de un edificio modelado a escala situado como relleno en la construcción principal del sitio de Juárez. Son piezas moldeadas en el Posclásico. Para indagar si determinados tipos de representaciones ocurren en espacios específicos y si el contexto y materiales relacionados pueden revelar alguno de los usos de estas piezas, a continuación, se analizan dos muestras: una parte de la colección de figurillas de Comalcalco y las piezas de Jonuta que cuentan con datos sobre su contexto.El contexto y representaciones de las figurillas en Jonuta
El golpe permanente del río Usumacinta y su desbordamiento sobre la ciudad prehispánica de Jonuta, han dejado expuestas figurillas, fragmentos de lítica y otros materiales culturales. La colección de figurillas del sitio mejor conocida es la que alberga el Museo de Sitio Profesor Omar Huerta. Si bien las piezas del acervo carecen de datos de procedencia, en cambio, proveen abundante información debido a que muchas piezas están completas. En ellas se observan diferentes tipos de imágenes que fueron compartidas con otras poblaciones de la costa del Golfo. Por otro lado, su análisis químico ha mostrado que las figurillas se manufacturaron con arcillas locales y fueron integradas a la ruta costera de distribución de productos y prácticas culturales comunes (Armijo Torres, Bishop y Gallegos Gómora 2008). Las figuras retratan también diferentes roles de la sociedad. En especial una de ella debió conformar el tipo local femenino hacia el Clásico tardío. Incluso sugerimos que existió un tipo de figurilla que posiblemente marcó una diferencia de estatus entre mujeres. Un grupo de figurillas representan mujeres, quizá célibes, quienes tienen el brazo izquierdo recogido sobre el vientre mientras su tocado y cabello caen sobre su hombro izquierdo. En cambio, las que recogen el otro brazo, su cabello y tocado caen sobre el hombro derecho, éstas sugerimos que pudieron señalar mujeres casadas o que eran madres, pues suelen aparecen junto a infantes (Figura 5). Figura 5 – Figurillas femeninas de Jonuta, de izquierda a derecha: a y b. mujeres posiblemente célibes con brazo izquierdo recogido sobre el vientre y tocado cayendo sobre su hombro izquierdo (el tocado de la figura “a” está fragmentado, pero caía hacia la izquierda como en la figura “b”); c. representación de mujer casada con brazo derecho recogido sobre el vientre de pie junto a un infante. Su cabello y tocado caen sobre su hombro derecho (piezas del Museo Arqueológico Omar Huerta de Jonuta, fotos de R. Armijo Torres). De los contextos de figurillas en Jonuta sólo se cuenta con datos derivados del proyecto del Centro de Estudios Mayas de la UNAM efectuado en la década de los setenta y los proyectos realizados por el INAH Tabasco entre 2009 y 2013 dirigidos por Miriam Judith Gallegos. El primer proyecto recuperó 140 fragmentos de figurillas y cuatro piezas completas pertenecientes a la fase Jonuta (600-1000 d.C.), casi todas hechas por molde con una pasta fina. Procedían de cuatro pozos de sondeo practicados en 1977 por Omar Sánchez Caero al norte de un pequeño montículo cercano al edificio principal del sitio (Álvarez y Casasola 1985: 15-17, mapa 2; Sánchez 1979: 34-37). De acuerdo con la nomenclatura del Proyecto Arqueológico Jonuta del INAH, la excavación hecha en 1977 se practicó en la Estructura 3 al noroeste de la Estructura 1, justo en la intersección de las calles Eusebio Castillo y 2 de abril (Gallegos Gómora y Armijo Torres 2010: 163). La construcción había sido cortada por las calles modernas, tenía 18 m de longitud y alrededor de 3 m de ancho. En el corte de la plataforma se observaron varios pisos. Las figurillas estuvieron asociadas a restos de huesos de animales, tiestos y fragmentos de ladrillos. La presencia de moldes indicaba que se manufacturaron localmente y eran representaciones “del tipo físico y algunos aspectos de la vida diaria” (Sánchez 1979: 34-37; 95-105, 122). Los materiales sugerían que provenían de un área de desecho de la unidad habitacional y para Álvarez y Casasola eran, por tanto, objetos de la vida cotidiana usados en el culto doméstico a los antepasados (1985: 31). Por otro lado, las exploraciones del INAH en Jonuta, durante el 2009, se efectuaron en dos plataformas de tierra identificadas como estructuras 3, 9 y un montículo en la colonia El Zapotal, situado a orillas del río por lo cual la mitad de la estructura había sido destruida por la corriente. Las estructuras 3 y 9 eran visibles de forma parcial porque se encontraban en el jardín y el patio de dos viviendas modernas. Desafortunadamente, ya habían sido cortadas (Estructura 3), o bien rebajada su altura y oculta su forma por la edificación de casas y un patio (Estructura 9)[10]. El área excavada correspondió a dos plataformas de tierra compactada que tenían en las orillas mayor presencia de material cultural descartado. Junto a 61 fragmentos de figurillas se registraron: abundantes tiestos de vasijas y restos de cucharas, fragmentos de tambores de barro, caracoles, huesos, fragmentos de estuco (resultado de la remodelación de pisos), pedacería de ladrillos, algunos objetos de pedernal, basalto y obsidiana, esferas de barro y pesos de red. Estos materiales refieren la existencia de espacios habitacionales con útiles para la vida diaria como son los instrumentos de corte y molienda hechos en piedra, los objetos de pesca, vasijas para servir grandes porciones de alimentos e instrumentos musicales para producir sonidos. Sin embargo, fue en el montículo de El Zapotal donde se hizo el hallazgo más relevante de figurillas. Aquí se encontraron cinco representaciones femeninas, dentro del relleno que se conserva de una plataforma habitacional. En Tabasco se han descubierto muy pocas escenas integradas por figurillas. La más antigua fechada hacia el Preclásico, corresponde a la Ofrenda 4 de La Venta excavada por Eduardo Conteras del INAH, durante las excavaciones de 1955 del Smithsonian Institution (Drucker, Heizer y Squier 1959: 152-161). Esta escenificación incluyó 16 figurillas masculinas colocadas de pie como asistiendo a una reunión en algún lugar donde había una serie de seis estelas, quizá replicando la base sur del edificio C1, el más importante del sitio y donde se han descubierto varias estelas. Uno de los personajes da la espalda a las estelas mientras el resto parecen incorporarse al evento por grupos. Esta escena fue colocada como parte del relleno de la Ofrenda masiva 3 junto con otros depósitos conformados por grupos de cinceles y sin evidencias de entierros asociados. De tal modo, la Ofrenda 4 pudo ser parte de un rito terminal de la Fase III (800-700 a.C.), aunque también cabría la posibilidad de ser vista como una ofrenda fundacional de la fase IV, correspondiente a la última modificación de la Plataforma Noreste según González y Courtés (2013: 30). La segunda escena descubierta en Tabasco es aquella excavada por William T. Sanders en Tierra Nueva en 1963, depositada como ofrenda dentro de una plataforma habitacional, bajo uno de los muchos pisos de las ampliaciones constructivas, sin asociación a un entierro. Las figurillas estaban completas, asociadas a dos vasijas que las contuvieron. El depósito se ubicó entre el 500-900 d.C. (Piña Chan y Navarrete 1967: 30-31). Es interesante mencionar que en este caso la escena es mixta pues incluye mujeres y hombres, uno de los cuales es un músico con un instrumento de viento (seguramente una larga trompeta). Las cuatro piezas son silbatos, desafortunadamente no se puede proponer una mayor interpretación porque sólo existe un dibujo de las piezas y no hay más datos de su contexto o precisión sobre los rasgos de las figuras. La tercera escenificación con figurillas de barro es aquella localizada por Miriam Judith Gallegos Gómora en Jonuta durante la temporada 2009 en El Zapotal. El contexto presentaba cierta perturbación por el crecimiento del río, cuyas aguas anualmente desplazan la tierra provocando que se deslicen los estratos que forman las plataformas de tierra o reblandecen y fracturan materiales como la arcilla con la que estaban formadas las plataformas habitacionales. A pesar de las condiciones referidas, fue posible reconocer la posición general de las piezas. Eran cinco mujeres una ubicada delante de la otra. Frente a la figurilla más grande se colocaron dos vasijas miniatura, un botellón gris junto a un cajete de pasta anaranjada fina (Figuras 6 y 7). Encima se registró el fragmento de un ladrillo que fue parte de la construcción[11]. Como en la Ofrenda 4 de La Venta, o las escenas con figurillas descubiertas en otros sitios mayas –como las de Perú Waka’, Takalik Abaj, Dzibilchantún o Santa Rita Corazal–, y en escenas excavadas en diferentes ciudades mesoamericanas –por ejemplo la tumba 103 de Monte Albán o el rasgo 96 de San José Mogote–, el evento ritual que representaban quedó congelado en el tiempo, al disponer un grupo de figurillas de hombres, mujeres, animales o seres divinos colocados en determinada pose en un depósito cubierto por tierra. Figura 6 – Figurillas femeninas que formaban una escena y que estuvieron asociadas a un botellón y un cajete miniatura de pasta fina. Procedencia: montículo de El Zapotal, Jonuta. De izquierda a derecha: a) piezas en contexto arqueológico cuando se descubrieron (perfil de excavación); b) recreación en gabinete de la posición de las figurillas; c) dimensiones y poses de las mujeres representadas (fotos y dibujo M. J. Gallegos Gómora y R. Armijo Torres). Figura 7 – Botellón y cajete miniatura en asociación con la escena formada por cinco figurillas. Procedencia: montículo de El Zapotal, Jonuta, excavación del INAH (foto de M. J. Gallegos Gómora). En Jonuta, aunque son semejantes las figurillas que conforman una escena, cada una muestra su individualidad ya sea por la ubicación de las manos, su tamaño, los adornos del cabello o el peinado. Su atuendo consiste únicamente en un enredo y algunos adornos. Se representaron con el cabello lacio y suelto, peinado con raya al centro y largo hasta los hombros. Todas están de pie y cuatro tienen los brazos en alto, identificándose como jóvenes que oran (Goldstein 1979: 251-252; Gallegos Gómora 2011: 50-52, 62)[12], pose que, en otras culturas se ha vinculado con ceremonias y danzas rituales relacionadas con la fertilidad, como es el caso de figurillas de la Pirámide de Las Flores en Xochitécatl, Tlaxcala o en esculturas monumentales de deidades mexicas como Chicomecoatl y Xilonen (Testard y Serra 2011: 233-235; Testard 2013: 111-139). A diferencia del resto, la mujer al centro del grupo vestía huipil cubriendo su torso; además, frente a ella se ubicó un pequeño hombre con braguero. Figurillas e imágenes representadas en vasos polícromos[13] se han identificado como mujeres que después de casarse eran cargadas en un tipo de ceremonia para recibir bendiciones según autores como Justin Kerr (2000: 943), mientras que otros, como Marie Charlotte Arnauld proponen que es una representación común de la forma en que eran transportadas las mujeres de la nobleza (2014: 33). Por su parte Linda Schele veía en estas figuras, la imagen de la Diosa Lunar montada sobre los hombros de un hombre joven, evidenciando su carácter licencioso (1997: 55)[14]. En este texto los autores planteamos que la figurilla retratando una mujer vestida de cuerpo entero representaba a la joven que iniciaba un nuevo ciclo de vida y por ello sólo conserva algunos rasgos de la etapa anterior como su peinado y rasgos físicos. Apoyándonos en Lopiparo y Hendon (2009: 62-63, 66-69) planteamos que el enterramiento de las figurillas en esta vivienda representó una práctica de renovación de la identidad social familiar. Sugerimos que estas figuras pudieron formar parte de un evento relacionado con la fertilidad, lo que explicaría la pose de las mujeres, la presencia del pequeño botellón y la orientación de las piezas hacia el este y en dirección al cauce fluvial. Las cinco figurillas fueron seres animados cuando formaron parte del ritual previo a su depósito y seguramente, también se usaron para interpretar alguna melodía, porque todas son silbatos. Luego, al sembrarse en la tierra formando una escena, sacralizaron el espacio de la vivienda y conformaron desde entonces, parte de la historia del grupo familiar que la habitó[15]. Proponemos que pudo representar el ritual de paso de una mujer que dejó su ámbito familiar para formar su propio hogar y siembra la escena que recrea ese tránsito a una nueva etapa donde se espera sea fértil –germine– en el nuevo entorno donde vivirá.El contexto, representaciones y uso de las figurillas en Comalcalco
El análisis de distribución de figurillas de Comalcalco ha permitido reconocer la disposición de imágenes específicas en espacios determinados. La antigua ciudad de Joy’ Chan “cielo enrollado” tuvo su apogeo entre 500-900 d.C. cuando también ocurre la manufactura y uso de figurillas. En Comalcalco Ricardo Armijo Torres, en un proyecto del INAH ha explorado varios edificios desde 1993, en dos de los cuatro conjuntos monumentales: la Plaza Norte y la Gran Acrópolis. La primera está conformada por una plaza de 10,730 m2, que constituía el espacio idóneo para el encuentro de la gente que residía en el área central de la ciudad y aquella que habitaba la periferia, especialmente durante la realización de ceremonias comunales, pero también para efectuar las actividades de intercambio comercial que requerían de un espacio amplio libre de anegaciones[16]. La plaza está limitada por varias construcciones como el Templo I al oeste, donde se ha postulado con base en su iconografía que pudieron celebrarse diversos rituales entre éstos la ceremonia de petición de lluvias por la presencia en una de sus esquinas, de una escultura en forma de batracio alado (Figura 8). Aparte de tener una representación de la deidad patrona local Ix Pakal Tuun Witz (Armijo Torres 2016: 114-115). En otros edificios excavados en su extremo norte se han hallado sahumerios y urnas funerarias depositadas en su interior, destacando el singular entierro del sacerdote Aj Pakal Than del siglo VIII, colocado dentro de una urna situada en el corredor entre los Templos II y IIA. Figura 8 – Localización de conjuntos y edificios principales del sitio arqueológico de Comalcalco (dibujo de Mediateca de INAH a partir de datos e imágenes de R. Armijo Torres). Las figurillas localizadas entre los escombros de estos edificios cuando fueron intervenidos correspondieron con representaciones de gobernantes con brazos o piernas cruzadas que usan largos bragueros, cabecitas de figuras con grandes tocados, enanos, jugadores de pelota, guerreros y representaciones de bultos mortuorios. Aunque aparecieron figurillas femeninas en estos contextos, predominaron las masculinas, remarcando que el mensaje que éstas transmitían estaba vinculado con la vida política y ritual de la ciudad, en actividades donde participaban hombres. Por otro lado, la Gran Acrópolis, es un conglomerado de 6,000 m2 y 38 m de altura. El conjunto incluye viviendas de la elite, templos, una popolnah, patios y estanques. Entre los escombros y rellenos de estos edificios, en especial del Templo V y la Estructura 3 fue localizada una buena muestra de figurillas. El primer contexto con figurillas correspondió al Templo V, un edificio funerario que albergó la tumba de El’ K’inich, el último gobernante de Comalcalco en el siglo VIII, personaje vinculado con las elites copanecas (Armijo Torres 2016: 132-135). Aquí se localizaron figurillas de personajes en tronos, piezas articuladas y algunos ejemplos de la Señora de Comalcalco, un retrato femenino común en todo el sitio y sus alrededores. El segundo contexto con figurillas fue la Estructura 3, un gran basamento de tierra que en la cima tuvo una amplia construcción de materiales perecederos, espacio que se ha identificado como una residencia de la elite. En esta vivienda se encontraron fragmentos de figurillas, tiestos y abundantes restos de tortugas, la especie principal de la dieta local. Entre las piezas descubiertas fue localizado un fragmento de figurilla que representaba un gobernante haciendo autosacrificio, además de figurillas de personajes en trono, un enano, y una variedad mayor de representaciones femeninas. Resumiendo, las figurillas del área central de Comalcalco corresponden con personajes de la vida cortesana en diferentes roles, no son efigies de individuos específicos como ocurre en otros tipos de soporte. En las figurillas de este espacio se encuentran imágenes de dignatarios y miembros de la corte como enanos, jugadores de pelota, guerreros y mujeres muy ataviadas. A diferencia de otros asentamientos como Aguateca donde las figuras mayoritarias eran masculinas –especialmente guerreros– (Triadan 2007: 269, 276), en Comalcalco son más comunes las femeninas. Un elemento que resalta es que sólo se localizaron figurillas de personajes enmascarados en los escombros del Templo III (en la Plaza Norte) y el Templo V (de la Gran Acrópolis), lo que indica un uso más específico de estas representaciones. Una de ellas parece usar la piel de un desollado (Figura 9). Figura 9 – Figurillas del área de arquitectura monumental de Comalcalco. De izquierda a derecha: a. figurilla de enano; b. figurilla masculina de gobernante sentado; c y d. personajes con máscaras (posiblemente de piel); e. figurilla femenina representado a la Señora de Comalcalco (le falta el tocado alto que le caracteriza) (fotos de R. Armijo Torres). Fuera del área monumental se excavó una unidad habitacional situada a 2140 m al suroeste de la Gran Acrópolis en el poblado denominado Chichicapa. Este espacio se encontraba junto a otra estructura, ambas situadas sobre una plataforma de tierra más extensa. Las edificaciones eran de materiales perecederos y planta cuadrangular como las actuales casas de la región chontal y rural de Tabasco. En este contexto se practicó una excavación extensiva en la cima y a un costado de uno de los montículos donde se encontraron 448 fragmentos de figurillas y 10 piezas completas (Gallegos Gómora 2009a: 45-54, 2009b: 1051-1061). En la muestra predominó la Señora de Comalcalco, una figurilla que representa a una mujer bien ataviada con un huipil largo y tocado alto, quien sostiene un abanico con la mano derecha. La presencia de figurillas masculinas fue menor, lo que señala que éstas no eran tan requeridas en las unidades habitacionales de la periferia citadina, aunque sí aparecen algunos ejemplares (Figura 10). Figura 10 – Figurillas de la unidad habitacional en Chichicapa, periferia de Comalcalco. De izquierda a derecha: a. mujer de elite con infante; b. rostro y tocado característicos de la Señora de Comalcalco; c. cabecitas de personajes masculinos, uno de ellos anciano con grandes orejeras (fotos de R. Armijo Torres). La cantidad de piezas descubiertas en Chichicapa sugiere que después de emplearse en alguna ceremonia, se fragmentaron para perder sus cualidades como objetos animados A continuación, se dispusieron a un lado de la plataforma habitacional junto a una máscara de barro fragmentada, una docena de malacates (completos o a la mitad) y herramientas para el trabajo textil como finas navajillas de obsidiana y el fragmento de una aguja de hueso. Asociado a lo anterior había cientos de tiestos muchos de los cuales correspondían a vasijas intencionalmente fragmentadas. Eran recipientes para guisar modelados en pasta burda, pero también muchos vasos, cajetes y platos trípodes modelados en pastas finas y para servir grandes cantidades de alimento. Por el tipo de malacates asociados con un orificio central menor a cinco milímetros, debieron estar tejiendo una fibra fina como el algodón (Gallegos Gómora 2009a: 49; Gallegos Gómora, Armijo Torres y Valentín 2019: 271). Cabe recordar, como lo han señalado algunos autores que, entre los mayas del Clásico tardío, el tejido había cobrado una gran relevancia porque no sólo se tejía para elaborar la ropa de los individuos, sino que también los lienzos eran piezas importantes del tributo (Hendon 1995: 57-70; 2006: 354-378). La actividad de tejer, enseñar y aprender vinculaba generaciones y reforzaba la identidad local. Los trabajos de hilado y tejido, como debieron serlo también el cardado y teñido de las fibras, eran actividades asociadas con las mujeres y especialmente con las de la elite. Esto es claramente visible en muchas figurillas descubiertas o asignadas a Jaina en donde se muestran mujeres ricamente ataviadas trabajando en un lienzo con un telar de cintura[17]. Proponemos entonces que en el depósito de Chichicapa conformó una ofrenda dedicatoria dentro del hogar de una familia donde había mujeres tejedoras[18]. La población de Comalcalco y su entorno, a diferencia de otros sitios, no solía colocar figurillas a un lado de sus difuntos, como se ha registrado en Jaina o en sitios del Petén. Cuando se encuentran figurillas junto a entierros, muchas no son las comunes al sitio, como, por ejemplo: figuras femeninas sosteniendo un espejo o un escudo al frente; un individuo masculino con gran tocado y sentado –gobernante–; figurillas de fardos funerarios o de personajes disfrazados; figuras con doble rostro o con rasgos físicos ajenos a la representación maya tradicional. Son piezas que coinciden con la primera corriente de figurillas del período Clásico y podrían corresponder a entierros de gente foránea con otras prácticas culturales que luego se adoptaron localmente, aunque faltan evidencias y análisis de ADN de los esqueletos. También cabe la posibilidad de que en un inicio la población local haya copiado una moda en el tipo de representaciones y posteriormente desarrollaron su propio estilo e imágenes, las cuales usaban en sus actividades rituales cotidianas y no sólo como parte de ofrendas mortuorias. Para ejemplificar se comentarán dos casos de entierros con ofrendas de figurillas en Comalcalco. El primero se localizó durante un salvamento arqueológico del sitio El Tulipán, ubicado a 21 km al sur de Comalcalco, dentro de su área de control. En un amplio espacio asociado al basamento principal se excavaron diversos entierros entre los que destacó el esqueleto completo de una joven cuya edad osciló entre los 10 y 14 años con evidencias de daños por anemia, entre otros padecimientos. Ella fue inhumada in situ en posición de decúbito dorsal y frente a su rostro –orientado al sur– le fue colocada una figurilla femenina que viste huipil corto y tiene las manos en alto. Estatuilla que es prácticamente idéntica, es decir, como si hubiera sido manufacturada con el mismo molde de una localizada en Jaina. La figurilla del sitio tabasqueño pertenece al tipo conocido como oradora (Figura 11). Figura 11 – Izquierda (a): figurilla encontrada en el sitio de El Tulipán a 17 km al sur de Comalcalco asociada a un entierro excavado por Ricardo Armijo Torres (foto de Luis Martínez). Derecha (b): figurilla de oradora idéntica a la pieza del Tulipán, pero ésta pertenece al sitio de Jaina y fue manufacturada con un barro blanco (foto cortesía de Antonio Benavides, INAH Campeche). Otro depósito arqueológico con presencia de figurillas correspondió a un contexto funerario múltiple situado a 2,880 m al noreste de la Plaza Norte, descubierto como resultado de una obra pública. Asociado a grandes urnas con entierros al interior e inhumaciones hechas directamente en el piso acomodadas alrededor de las urnas, se situaron figurillas como parte de la ofrenda. Las piezas eran de diferentes tipos, representaban animales, hombres, mujeres y seres fantásticos, algunas estaban fragmentadas –sólo se encontraron las cabecitas–, mientras que otras se descubrieron íntegras –alguna fracturadas o con la superficie erosionada–. Muchas de éstas son figurillas articuladas o con representaciones semejantes a tipos del sur de Veracruz. En Jaina son materiales fechados entre el 500/550-700 d.C.[19] mientras que en Chichicapa, se ubican entre el 600-800 d.C. (Figura 12). Figura 12 – Figurillas descubiertas en un contexto mortuorio al noreste de la Plaza Norte de Comalcalco. Algunas piezas corresponden a los materiales iniciales de la segunda tradición de figurillas del Clásico tardío, que suelen mostrar rasgos ajenos a los rasgos físicos característicos de las figuras mayas por su tocado (c) o el tipo de representación poco común (e) (foto de Luis Martínez al extremo izquierdo [a], el resto son de M. J. Gallegos Gómora [b-e]).Discusión y comentario final
La cualidad y abundancia de las arcillas existentes en las llanuras aluviales de Tabasco, sumado a la vasta experiencia de la población en el manejo de éstas, facilitó que los artesanos locales pudieran manufacturar urnas funerarias de 1.20 m. de altura por 1.20 m. de diámetro, así como desarrollar muros y bóvedas de ladrillos, delicados vasos de 2 mm de espesor, así como una variedad de figurillas que en muchos casos también fungían como instrumentos musicales. Durante el período Clásico tardío las ciudades de Comalcalco y Jonuta fueron importantes centros productores de figurillas y vasijas de gran calidad. Las figurillas de las que se ha hablado en este trabajo se definen como objetos portátiles, sólidos o huecos, modelados, moldeados o recurriendo a una técnica mixta. Son representaciones tridimensionales que es factible dividir en cuatro grandes grupos: a) figurillas con representaciones femeninas; b) figurillas con representaciones masculinas; c) figurillas zoomorfas; y d) figurillas diversas como bultos funerarios, objetos o construcciones miniaturizados, personajes disfrazados o representaciones de seres fantásticos. Cada grupo incluye diferentes tipos. Entre las figuras masculinas hay imágenes de gobernantes con grandes tocados de Serpiente de Guerra, hombres de pie con brazos cruzados, enanos y jugadores de pelota. Igualmente, se representaron mujeres de la elite con grandes atavíos; así como jóvenes y ancianas que sólo portan enredo y orejeras. Todas señalan roles sociales. En cuanto a la fauna, las figurillas representan especies locales como muchos tipos de aves, mamíferos, anfibios y reptiles. Mientras que los seres fantásticos combinan rasgos antropomorfos y zoomorfos que posiblemente retrataban naguales o deidades (Gallegos Gómora 2009b: 1054-1055). La presencia de moldes y el análisis de la composición química practicado a una muestra de pastas con las que se manufacturaron figurillas de Comalcalco y de Jonuta, evidenció el uso de materias primas locales. Por otro lado, el hallazgo de estos moldes tanto en espacios del área nuclear de Comalcalco como en la periferia indican que la elite y la gente común elaboraron piezas semejantes que usaron en sus prácticas rituales cotidianas. Los moldes podrían sugerir que la producción de figurillas era masiva, sin la necesidad de manos expertas, pero esto no necesariamente fue así. Las figurillas además de retratar un personaje y transmitir un mensaje, eran instrumentos musicales –como sonajas, silbatos u ocarinas–, por tanto, el alfarero requería contar con la experiencia necesaria para que las esferillas de barro al interior de las sonajas se cocieran y circularan de forma independiente al interior del cuerpo hueco de la pieza. Igualmente, las embocaduras, el canal de insuflación y la cámara de resonancia de los instrumentos de viento necesitaba un conocimiento avezado para producir los sonidos esperados. Por otra parte, el peso de las piezas en la colección de Comalcalco y Jonuta, que oscila entre 10 hasta 350 gramos, y sus dimensiones –una altura de 0.05 a 0.22 m– son características que facilitaron su embalaje con telas o empaquetado entre hojas, para luego acomodarse dentro de cestos de fibras o cajones de madera para una fácil transportación. Las figurillas viajaron por las vías acuáticas usadas por los pueblos chontales, ya sea remontando los cauces de los ríos o recorriendo la ruta comercial a lo largo de la costa del Golfo de México, como lo han mostrado los estudios químicos y radiométricos (Armijo Torres, Bishop y Gallegos Gómora 2008)[20]. Esta amplia distribución espacial señala la importancia comercial de dichos objetos y la “necesidad” que tuvieron diferentes poblaciones por adquirirlos a lo largo de esta ruta donde se pudo celebrar el mismo ritual que requería el uso de ciertas figuras, por ejemplo, aquellas jóvenes representadas con las manos en alto –en posición de orar–, que encontramos por toda la región costera. Las colecciones de figurillas del Clásico tardío de Comalcalco y Jonuta evidencian que fueron empleadas en la vida cotidiana, y sólo ocasionalmente, como parte de las ofrendas mortuorias. Pero la colección de Comalcalco ha mostrado también que existía un uso diferenciado de representaciones de acuerdo con cada tipo de espacio. La presencia de figurillas en contextos domésticos de elite y comunes indica que debieron funcionar como seres animados durante los rituales efectuados por las familias. Su sonoridad fue “la voz”, el medio para comunicarse con el mundo sobrenatural, por ello la importancia de una manufactura adecuada. Además, el desgaste en las piezas ha permitido reconocer cómo se usaron, haciendo evidente que era importante la representación durante el ritual, un ejemplo de ello son las oradoras. Aquellas figurillas de jóvenes que portan enredo y una especie de quechquémitl, suelen ser sonajas que deben sujetarse por la espalda, de modo tal que la parte frontal queda hacia el espectador cuando se sacuden. Otras oradoras con torso descubierto y enredo a la cadera son silbatos que se insuflan colocando la representación hacia abajo, de tal modo el rostro y brazos en alto de la joven miran hacia la tierra a la cual le dedican los sonidos –mensaje o plegaria– de quien las ejecuta. En cuanto a otro tipo de representaciones sobresale la figura masculina que refuerza el rol social y político de género, como se observa igualmente en la escultura monumental de muchos asentamientos mayas, siendo éste un interés en la vida de la elite. Tema que será interesante revisar a futuro porque señala una utilización diferencial de piezas entre las figuras de sitios en Petén, con aquellas de sitios de las llanuras tabasqueñas, donde si bien existen figuras masculinas es más abundante la imagen femenina. Finalmente debemos mencionar la diferencia existente entre las figurillas depositadas como ofrenda junto a los entierros, con respecto a aquellas colocadas de forma independiente en un relleno arquitectónico, como las jóvenes sembradas en el montículo de El Zapotal de Jonuta que formaron una escena. Todas estas piezas suelen estar completas, algunas se aprecian como objetos de reciente manufactura, sin uso, mientras que otras muestran cierto desgaste, es decir que algunas se manipularon antes de enterrarse. En cambio, las figurillas que fueron desechadas en una ofrenda ritual en Chichicapa, junto a elementos del trabajo textil, incluyeron piezas completas y muchos fragmentos de figurillas con evidencia de haber sido usadas. En ambos casos, ya fuese como objetos animados, cuando se emplearon para escenificar un ritual comunicándose con lo sobrenatural, o cuando se convirtieron en parte de una ofrenda, las figurillas de los sitios de la costa del Golfo de México fueron parte importante de las prácticas culturales cotidianas que caracterizaron esta región durante el Clásico tardío.References
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Notes
[1] Cabe señalar que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), recuperó y analizó en los últimos diez años, una serie de osamentas excavadas en la cueva Puyil en el municipio sureño de Tacotalpa. La mayor parte pertenecen a individuos de filiación maya, pero los estudios de biología molecular indicaron que algunos esqueletos se fechan entre 2500 y hasta 7000 a.C. Constituyen la presencia del hombre más antigua en tierras tabasqueñas (INAH 2018).
[2] Es importante señalar que desde que inició la investigación de las figurillas pertenecientes a las colecciones de Comalcalco y Jonuta, se ha recurrido a varias perspectivas de análisis (iconográfico, contextual, composición química, arqueoacústico e incluso por su analogía etnográfica con figurillas usadas en la región), a partir de lo cual consideramos que puede lograrse una mejor interpretación. Esta investigación puede ser comparable con el acercamiento identificado como funcional o de análisis sincrónico de estilo planteado por R. Lesure (Bailey 2005: 206; Lesure 2002: 590-591 y 2011: 59-61); el funcional de K.A. Faust y C.T. Halperin (2009: 8-9); así como la investigación de los contextos de uso y descarte planteados por R. Joyce (2009: 420-421).
[3] Drucker (1952: fig. 1-8) trazó sus trincheras con posiciones aproximadas en un croquis del sitio, por tanto, para que el lector ubique los contextos de estas figurillas, se anotó el complejo arquitectónico donde se realizaron, conforme al plano actual de La Venta (véase González 1995: 39).
[4] Juan Martín Rojas, com. pers. 2020.
[5] Escultura que representa una Figura humana agazapada y usando un gran casco. Tallada en arenisca, de forma cuadrangular, tiene una altura de 3.80 m, 2 m de ancho y 1.50 m de espesor. Esta pieza fue trasladada junto con las esculturas 52 y 54 al museo de sitio, lugar donde se exponen desde la década de los ochenta del siglo veinte.
[6] La figurilla I-A es una pieza característica de la región con un rostro rectangular, prognatismo marcado, invariablemente presenta orejeras; las figurillas I-B son imágenes masculinas –con barba y tocado–, ancianos, algunas de rostro ancho y unas más con nariz prominente (Drucker 1952: 137).
[7] Si bien el autor de la excavación y primeras interpretaciones fue William T. Sanders en su texto de 1963, fueron Román Piña Chan y Carlos Navarrete (1967) quienes recuperaron y analizaron los materiales y datos para elaborar la publicación de la temporada de campo dirigida por Sanders.
[8] Confirmado por Antonio Benavides, com. pers. 2012.
[9] Esta cerámica fue llamada inicialmente Anaranjada Fina V por H. Berlin (1956: 135) y renombrada como Matillas Anaranjada por R. E. Smith (1971: 201). Por su parte R. T. Matheny la situó en el Posclásico tardío de acuerdo con los materiales excavados en Aguacatal. Se caracteriza por su pasta fina sin desgrasante. Es común en sitios de las costas de Campeche y Tabasco, y también durante la ocupación principal de Mayapán (Matheny 1970: 93).
[10] Es importante señalar que la ciudad actual de Jonuta se asienta sobre el área nuclear de la ciudad prehispánica, de tal modo, sólo es posible explorar las zonas en donde no existen construcciones como los parques públicos, cuando se repone el pavimento de las calles o en los jardines y patios de las viviendas, lo que ha dificultado conocer a fondo su patrón de asentamiento, detalles de su sistema constructivo, la existencia de edificios de usos diferentes e incluso localizar un taller y hornos para la manufactura de cerámica y figurillas. Sólo tenemos, y ocasionalmente, alguna ventana para conocer a sus antiguos habitantes.
[11] En Jonuta se observa el uso incipiente de ladrillos para recubrir las plataformas de tierra. A diferencia de los ladrillos de sitios como Comalcalco donde es evidente que su uso fue más largo y experimentado, en Jonuta los ladrillos fueron manufacturados con pastas finas sin desgrasante, eran pequeños y delgados por lo que se fracturaban fácilmente, como se observó en las excavaciones de los autores en el sitio desde la temporada 2009.
[12] Marilyn Goldstein las denomina orant priestess (1979: 251).
[13] Ver la vasija K5847 de la base de datos de Justin Kerr: http://research.mayavase.com/kerrmaya.html y la figurilla número K5887 de su portafolio fotográfico: http://research.mayavase.com/kerrportfolio.html, consultado el 10/11/21.
[14] Consideramos que la representación de la Diosa Lunar en una escena atrevida es aquella donde aparece en pareja con un hombre viejo que le pellizca un seno, la abraza o le levanta el huipil como puede verse en las imágenes números K2881, K3553 y K5780 del portafolio fotográfico antes citado. Por tanto, no coincide con este tipo de figurilla en particular.
[15] Esta siembra de figurillas y vasijas, sacralizando el espacio, recuerda aquellas hechas con masa de maíz cruda en Guanajuato. Las figuras antropomorfas se modelan y colocan sobre el comal mientras se preparan las tortillas rituales. Al finalizar la elaboración de las tortillas, la figurilla llamada lele o bebé en otomí, -que ya está cocida y dura y que cuidó del comal donde se prepararon las tortillas- se entierra en una maceta (seguro antiguamente era en el patio de la vivienda), porque cuidará la casa como lo hizo con las tortillas (María del Consuelo Venancio, cocinera tradicional otomí, 2020). En territorio tabasqueño, la comunidad yokot’an solía colocar al centro de la milpa, vasijas miniatura con alimentos, cucharas de madera y tambores como ofrendas a los “dueños del monte”; pero también modelaban muñecos con cera a los que les introducían pelos de jaguar o plumas de gavilanes o águilas. Estas figuras se colocaban posteriormente en un punto del solar familiar para que cuidara la milpa y la casa. Si un intruso intentaba entrar, lo ahuyentaría el animal oculto entre la cera. Es decir, la práctica de sembrar vasijas y figurillas como ofrenda en contextos domésticos para el bienestar de la milpa y el hogar, aún existe en algunos poblados del territorio mesoamericano y por supuesto entre la comunidad yokot’an de Tabasco (Incháustegui 1987: 91, 111, 134, 279; Maimone Moroni 2010: 135, 138-141).
[16] Hay que recordar que al encontrarse a sólo 900 m. de distancia del río Mezcalapa-Mazapa, en la zona deltaica de este cauce, el patrón de asentamiento del sitio seguía los lomeríos situados a lo largo de los cauces, y la única explanada amplia y en alto para recibir la llegada de gente fue la Plaza Norte.
[17] Pueden verse por ejemplo las fotografías K2019, K2833, K6000, K6766 de Justin Kerr en la página Web de FAMSI (http://research.mayavase.com/kerrportfolio.html, consultado el 10/11/21), correspondientes a figurillas de mujeres tejedoras.
[18] Inicialmente se consideró que el depósito era una zona de descarte de la vivienda, sin embargo, al analizar con detalle el contenido de este se observó que muchas vasijas estaban en buen estado, aunque fueron fragmentadas, como la máscara de barro. Había figurillas completas con evidencia de desgaste por uso y pedazos de otras. El depósito fue colocado en un solo momento en un estrato extendido, paralelo al montículo; no fue una poza que se hubiera rellenado paulatinamente, tal y como son las que se usan a un lado de las viviendas rurales de Tabasco donde se vierten restos vegetales del desmonte, residuos de alimentos y más recientemente se tiran plásticos y papel para quemarse de forma periódica.
[19] Antonio Benavides, com. pers. 2012.
[20] En otro caso semejante se ha analizado que las figurillas del sitio de Motul de San José eran intercambiadas durante los mercados y no sólo dentro de unidades locales sino entre comunidades durante el Clásico tardío 600-900 d.C. (Halperin et al. 2009: 458).
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