Jasinto Robles Camacho1, Marco Antonio Meneses Nava2, Ricardo Sánchez Hernández3 y Luz María Flores Morales4
1Laboratorio de Arqueometría de Occidente, Centro INAH Michoacán, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Morelia, Michoacán, México
2Grupo de Propiedades Ópticas de la Materia, Centro de Investigaciones en Óptica, León, Guanajuato, México
3Laboratorio de Geología, Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Cuauhtémoc, Ciudad de México, México
4Sección de Arqueología, Centro INAH Guanajuato, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Guanajuato, México
El sitio arqueológico de Plazuelas se localiza en la parte centro-occidente del actual territorio mexicano y su época de florecimiento corresponde al periodo Epiclásico (600-900 EC), con ocupación hasta inicios del periodo Postclásico. Su ubicación geográfica le permitió ser un referente comercial o de intercambio en las redes establecidas favoreciendo la circulación de los materiales dominantes en la época. En el caso de la lapidaria de prestigio recuperada en la zona, y exhibida en el museo local, sobresale el uso de minerales como la turquesa [CuAl6(PO4)4(OH)8·4H2O] y la amazonita [K(AlSi3O8)], provenientes aparentemente del noroeste de México-suroeste de los EUA. Dentro del mismo grupo se incluyen materiales como la caolinita [Al2Si2O5(OH)4], muy probablemente colectada en yacimientos de la Sierra Madre Occidental. Los escasos objetos labrados en jadeíta [NaAlSi2O6] y muscovita [KAl2(Si3Al)O10(OH)2] representarían relictos de una red ancestral que predominó por aproximadamente 2000 años en la Mesoamérica precolombina, y cuya fuente se localiza principalmente en el valle del río Motagua, en Guatemala. Otros objetos compuestos por cuarzo con cloritas y por ópalo estarían ligados a depósitos de sales hidrotermales probablemente de fuentes locales. Independientemente de la naturaleza de los materiales, es destacable que los objetos en forma de “diente de maíz” o “hacha”, fueron facilitados por las propiedades cristaloquímicas de la amazonita y otros materiales como el jade y cuarzo con cloritas.
Palabras clave: Plazuelas, lapidaria de prestigio, turquesa, amazonita, espectroscopia Raman.
Los autores agradecen el acceso a los materiales y todas las facilidades brindadas en su momento por las autoridades del Centro INAH Guanajuato. En particular y a manera de pequeño homenaje, se ofrece este trabajo a la memoria de los compañeros, el Mtro. Antrop. Carlos Castañeda López y la Dra. Antrop. María Elena Aramoni Burguete, por su especial interés y aporte particular en las investigaciones sobre el sitio de Plazuelas. Asimismo, se agradecen los comentarios y sugerencias de los dos evaluadores anónimos, para mejorar la presentación de la información y facilitar a los lectores el entendimiento de este trabajo. Finalmente, se agradece el apoyo de Karla Maike Robles en el diseño gráfico de las imágenes y mejoras realizadas por el equipo editorial de la revista Americae.
Método de estudio
La caracterización mineral ha sido posible a partir de la exploración microscópica, el registro de propiedades físicas y químicas, así como el análisis por espectroscopia Raman, como se describe en los siguientes párrafos. La metodología analítica inició con la revisión microscópica estereoscópica y la caracterización preliminar de las 1056 piezas que actualmente se exhiben en el museo de sitio. Se usó un microscopio Leica modelo Zoom 2000, con hasta 45 aumentos y herramientas para medir dureza o susceptibilidad al ácido clorhídrico (HCl, diluido al 10%); las propiedades de color, clivaje, paragénesis, densidad relativa de las especies, entre otras, han permitido la agrupación con base en su composición químico-mineral teórica: fosfatos-Ca-Cu, silicatos (tectosilicatos, filosilicatos), carbonatos-Ca. Para la caracterización químico-mineral de las piezas se aplicó en primera instancia la técnica de espectroscopia Raman, debido a su carácter “no destructivo”. La exploración se realizó en el laboratorio de espectroscopia del Grupo de Propiedades Ópticas de la Materia (GPOM), del Centro de Investigaciones en Óptica (CIO). Para determinar los enlaces estructurales y su posición se estableció un rango espectral de detección entre 200 y 1200 cm-1, excitando las muestras con un láser pulsado Quanta-Ray PRO-Series de estado sólido Nd:YAG, con un pulso de ancho menor a 10 ns, una frecuencia de 10 Hz y 5 mJ de energía enfocada sobre la muestra problema. Se usó la longitud de onda de 532 nm (segundo armónico). El sistema de detección consistió de un espectrógrafo SpectraPro-500i con una cámara CCD intensificada incorporada de 1024 x 256 pixeles. La señal Raman generada fue separada del láser de bombeo mediante un filtro Notch y los espectros se procesaron con un programa propio elaborado en la plataforma Matlab. Finalmente, las señales mejoradas se compararon con estándares de la base de datos minerales RRUFF[1] (Lafuente et al. 2015). Es importante decir que durante la exploración de los objetos arqueológicos por espectroscopia Raman, la mayoría de ellos experimentó el fenómeno de fluorescencia en mayor o menor intensidad, debido a su naturaleza, lo cual fue un obstáculo para obtener señales con espectros confiables. Ante esto, se aplicó la variante de espectroscopia Raman resuelta en el tiempo (ERRT), con lo que se logró la captura de señales Raman menos “contaminadas” y por lo tanto susceptibles de ser procesadas e interpretadas. No obstante, muchas de las muestras presentaron fluorescencia intensa, sin posibilidades de generar un espectro confiable. Esto llevó a agudizar el uso de técnicas de la mineralogía física y química, además de comparación directa con piezas arqueológicas o rocas del acervo material del Laboratorio de Arqueometría de Occidente (LARQUEOC).Materiales y su composición
Caracterización mineral por espectroscopia Raman y mineralogía determinativa
Se identificó la presencia de la especie microclina (Feldespato-K) en plaquetas de hasta 1.3 cm de longitud en su cara más larga. En este caso se reconoce la variedad amazonita (microclina azul) como componente principal, con exsoluciones de albita en una textura pertítica característica (Figura 4). Figura 4 – Imagen que ilustra una tesela prismática con doble perforación encontrada; y su espectro Raman correspondiente al mineral microclina. Escala 0.5 cm. Otro de los componentes minerales identificados con la técnica de espectroscopia Raman fue el cuarzo alfa, como especie microcristalina en plaquetas labradas con formato similar a las piezas elaboradas en amazonita y mediante el microscopio estereoscópico se observó que el componente proveedor del color verde a la pieza son minerales hojosos del tipo de las cloritas (Figura 5). Figura 5 – Pendiente trapezoidal similar en dimensiones y forma, a las piezas elaboradas en amazonita (escala 0.5 cm), cuyo espectro Raman corresponde con el estándar de cuarzo alfa de acuerdo con la base de datos RRUFF. Junto con las piezas lapidarias se encontraron objetos labrados en concha marina (Figura 6). Debido a su naturaleza biomineral de composición calcárea y dureza de 3 en la escala de Mohs, alterna con los materiales usados para elaborar objetos de prestigio en el contexto arqueológico mesoamericano. Figura 6 – Cuenta tubular de forma regular y orificio recto, con dureza 3 en la escala de Mohs, elaborada en concha, compuesta por microcristales de aragonita como ilustra el espectro Raman (escala 0.5 cm). Como se comentó en párrafos anteriores, algunas de las piezas contienen especies minerales que emiten una fluorescencia intensa. Esto, debido principalmente a sus componentes químicos de naturaleza metálica de transición u otros elementos traza, además del extraordinario pulimento superficial en algunos objetos de agregados criptocristalinos. En estos casos se recurrió a las pruebas físicas como raya, dureza, densidad, color, clivaje, además de pruebas químicas como la reacción de los materiales al aplicar HCl, para determinar la composición del lote completo de lapidaria suntuaria (Tabla 1). Tabla 1 – Resumen de la metodología aplicada para la caracterización mineral del total de piezas analizadas en este trabajo, y que corresponden a la lapidaria suntuaria exhibida actualmente en el museo de sitio de Plazuelas, Guanajuato. Con base en la información generada mediante los análisis mineralógicos descritos e ilustrados cuantitativamente en la Tabla 2, se reconoce el dominio de piezas labradas en turquesa (“teoxíhuitl”; Sahagún 1999) sobre otros materiales. La turquesa representa alrededor del 80.77% del total de piezas exhibidas actualmente en el museo de sitio de Plazuelas. Asociada y en menor proporción se encuentra la amazonita, que es un material referido por el mismo Sahagún (ibid.) como “xíhuitl” o “turquesa baja”, e interpretada así originalmente por Foshag (1957) y confirmada por Sánchez Hernández y Robles Camacho (2010). Asimismo, la amazonita fue identificada en elementos culturales desde los inicios y mediados del siglo pasado (Foshag 1957; MNAHE 1922), pero recientemente se ha reivindicado su importancia a través del estudio de la Máscara de Malinaltepec, Guerrero, donde aproximadamente el 80% de las plaquetas del mosaico son de amazonita y sólo el 20% es turquesa (Sánchez Hernández y Robles Camacho 2002, 2010). Tabla 2 – Síntesis mineral, cuantificación de piezas lapídeas y técnica eficiente durante la caracterización; exhibidas en el museo del sitio arqueológico de Plazuelas, en Pénjamo, Guanajuato, México. Se ilustran las proporciones y dimensiones aproximadas, con fines esquemáticos. En menor proporción (1.13%) se encuentran las plaquetas labradas en roca compuesta por cuarzo con cloritas intercaladas, que proveen el color verde de las piezas. En orden decreciente y con sólo el 0.28% se reconoce la presencia de jadeíta, incluido un figurín antropomorfo. Una figura antropomorfa azul y una cuenta gris claro son de caolinita y les corresponde el 0.18% del total de las piezas. Sólo una plaqueta fue labrada en muscovita, por lo que su porcentaje es de 0.09%, mismo porcentaje para una pieza de ópalo. En este mismo lote se han incluido tres fragmentos de concha tallada en forma de cuenta, con perforación (0.28%), clasificada como aragonita, aunque este no es considerado un material lapídeo.Interpretación de la lapidaria como elemento de comercio, intercambio o tributo
Relación regional
La posición geográfica de Plazuelas en el Bajío Guanajuatense (centro-occidente del CVT) en el periodo de 600 a > 900 EC, le permitió funcionar como centro de poder dentro de una red de comercio a larga distancia (Castañeda López y Quiroz Rosales 2004; Castañeda López 2007). Con esta referencia general como punto de partida, el desglose de la información mineralógica de la lapidaria suntuaria local ofrece una arista informativa sobre la interacción e intercambio de la sociedad asentada en Plazuelas con sus vecinos. De acuerdo con evidencias de estudios sobre lapidaria suntuaria en la región centro-occidente de México, y para la época de florecimiento determinada para el sitio de Plazuelas (600-900 EC), el uso de rocas y minerales de color dominantemente azul, y en menor medida verde, debió ser un atractivo visual a considerar, dada la preferencia entre las sociedades mesoamericanas por las piedras verdes durante más de 30 siglos antes de la conquista española (Sahagún 1999). Las piezas elaboradas en turquesa identificadas hasta ahora en este sitio muestran un dominio sobre el resto de los materiales usados como materia prima. Específicamente para el caso de la turquesa, los lugares considerados como fuente geológica de la materia prima se localizan en la Oasisamérica y Aridoamérica (actual suroeste de los Estados Unidos de Norteamérica y noroeste de México), de acuerdo con información geoquímica generada con la técnica de activación neutrónica (Harbottle y Weigand 1992; Weigand, Harbottle y Sayre 1977). Sin embargo, un estudio por espectrometría de masas realizado recientemente en muestras de mosaicos de turquesa del Templo Mayor (Tenochtitlan; 1325-1521 EC) exhibe relaciones isotópicas de 87Sr/86Sr compatibles con fenómenos magmáticos mineralizantes registrados entre el Cinturón Volcánico Transmexicano (CVTM) y la Sierra Madre del Sur (SMS; Thibodeau et al. 2018). Estas últimas evidencias deben ser tomadas en cuenta al momento de proponer fuentes probables de la materia prima y redes de intercambio tentativas en tiempos determinados; es decir, las evidencias científicas registradas hasta ahora a escala regional, indican que al menos durante el Clásico y Epiclásico, la turquesa pudo provenir en mayores volúmenes de la región y localidades propuestas por Weigand, Harbottle y Sayre (1977). La historia pudo ser diferente para el Postclásico y particularmente un par de siglos previos a la conquista española, con una sociedad mexica concentradora de ofrendas y tributos de una gran parte de las diferentes regiones en la Mesoamérica contemporánea, donde los materiales pétreos y objetos especialmente en color azul o verde no fueron la excepción; entre ellos, objetos o materia prima del centro-occidente y sur del actual territorio mexicano. En mucho menor proporción se identifican piezas labradas en amazonita, cuya naturaleza cristaloquímica y petrogenética contrasta con la turquesa. Su origen magmático ligado al emplazamiento de pegmatitas en granitos tipo-A, sugieren una fuente geológica diferente. Al respecto, Sánchez Hernández en su descripción de los objetos tallados en piedra verde del sitio arqueológico El Huistle, Jalisco, menciona por primera vez al afloramiento de pegmatitas de Peñoles, Chihuahua, como la probable fuente de materia prima aprovechada para elaborar esos objetos (Hers 2001). En trabajos posteriores se ha realizado el análisis químico por lantánidos en muestras de ese yacimiento y de objetos arqueológicos de El Huistle; así como mediciones por microsonda de electrones y espectroscopia Raman en piezas de otros sitios mesoamericanos, incluido un mapa de puntos georeferenciados de objetos en diferentes épocas precolombinas, donde se reconoce una distribución preferente hacia el occidente y conexión con el noroeste (Barrios-Ruíz et al., en revisión; Robles Camacho et al. 2014; Robles Camacho y Sánchez Hernández 2011; Sánchez Hernández y Robles Camacho 2010). La información científica disponible hasta ahora indica una fuente localizada en la Sierra de Peñoles, Chihuahua; aunque faltan detalles por concluir sobre los yacimientos de amazonita en localidades sobre la misma ruta trazada por Weigand (Weigand, Harbottle y Sayre 1977) para descartar o confirmar. En un esquema simplificado (Figura 7) se ilustran abundancias relativas y procedencia probable de la materia prima, sugerida en trabajos geológicos o geoquímicos referidos en este apartado. Figura 7 – Esquematización con abundancia relativa de lapidaria en roca azul-verde y de otros colores en el sitio de Plazuelas, Pénjamo, Guanajuato. Las temporalidades y procedencia probable de la materia prima se sugieren con base en trabajos previos. Simbología: SO EUA: suroeste del actual territorio de los Estados Unidos de Norteamérica; NNO: norte-noroeste del actual territorio de México; C-OCC: Centro-Occidente de México; SMO: Sierra Madre Occidental de México; VRM: Valle del río Motagua, Guatemala.Discusión de resultados y conclusiones
A pesar de que la mayoría de las piezas lapídeas referidas en este documento no fueron obtenidas de excavaciones arqueológicas in situ en el sitio de Plazuelas, sino por acopio de particulares en obras de construcción de vivienda o durante recorridos fortuitos en la campiña local, se reitera el valor de la información generada para hacer algunas interpretaciones culturales. La metodología aplicada para la caracterización mineral de las piezas con uso de la técnica de espectroscopia Raman ha sido eficiente, aunque debió ser complementada con pruebas de mineralogía determinativa. Esto fue debido a que algunos de los objetos explorados generaron espectros ilegibles por la emisión extrema de fluorescencia al ser sometidos a la luz láser. Acerca de la temporalidad inferida por la lapidaria suntuaria caracterizada mineralógicamente, es posible asentar, que los objetos elaborados con rocas de jadeitita y muscovita forman parte continuada de una red de intercambio o comercio conformada en el occidente mesoamericano más allá de los 1000 años AEC (Robles Camacho y Oliveros-Morales 2007), con una fuente geológica en el valle del río Motagua, Guatemala (Harlow 1993; Lange 1993). La presencia de turquesa y amazonita en sitios de la Mesoamérica precolombina durante el Clásico medio (> 450 EC) y auge en el Epiclásico (600-900 EC), reforzó la ruta regional establecida con el comercio de caolinita proveniente de yacimientos de la Sierra Madre Occidental (Robles Camacho y Oliveros-Morales 2007) y compensó de alguna manera el régimen de comercio o intercambio de piedras verdes establecido durante más de 2000 años de sur hacia el norte en la Mesoamérica (procedentes del Valle del río Motagua en Guatemala, Oaxaca y Guerrero, principalmente). Acerca de cuál de los dos materiales (turquesa o amazonita) fue primeramente explotado con fines suntuarios, es una interrogante que podrá esclarecerse con más trabajos de caracterización científica y dataciones confiables en estratos culturales con presencia de objetos elaborados con esas piedras. Las piezas talladas en cuarzo con cloritas y de ópalo, representan a un eslabón de conexión regional del centro y el occidente de México. De acuerdo con observaciones en colecciones de piezas arqueológicas de los estados de Michoacán y Jalisco, la materia prima de piezas labradas en cuarzo con cloritas provendría de fuentes paleo-hidrotermales del centro-occidente del país; el ópalo podría haber sido colectado en descargas hidrotermales cercanas al sitio arqueológico de Plazuelas. Con relación a la tipología de los objetos, es evidente que las cuentas ordenadas en los sartales presentan dos acabados contrastantes, dependiendo de la naturaleza de las rocas usadas: 1. cuentas esféricas con orificio encontrado, diámetro menor de 1 cm y pulido extraordinario; condición favorecida por agregados criptocristalinos de turquesa; 2. cuentas planas de diámetro variable (<1 cm-0.4 cm) y aristas condicionadas por la orientación cristalina o clivaje característico de la microclina-K (amazonita); este feldespato potásico de color azul o verde con exsoluciones de albita, es de hábito monoclínico de corte preferente en los cruceros (001) y (010). Esta característica limitó en gran medida el desarrollo de piezas de formas esféricas o cuentas perforadas de aristas redondeadas. Sin embargo, facilitó cortes que permitieron el labrado de objetos trapezoidales aplanados con hasta 2 cm de longitud en su cara más larga, en forma de “hacha” o “diente de maíz”. A pesar de las evidencias de elaboración de objetos en forma de “hacha” desde la cultura olmeca, resalta la confección de piezas de cuarzo microcristalino con cloritas y aún de piezas de jade semejantes en forma y tamaño a los objetos tallados en amazonita (Figuras 3, 4, 5); ese formato idealizado, ha sido reportado para amazonita en sitios del Clásico-Epiclásico como El Huistle, Jalisco (Hers 2001), Huitzilapa, Jalisco (López Mestas, Robles Camacho y Sánchez Hernández 2020), Tingambato, Michoacán (Robles Camacho y Sánchez Hernández 2011; Barrios-Ruiz et al. en revisión) y la Máscara de Malinaltepec, Guerrero (Sánchez Hernández y Robles Camacho 2010), entre otros. Cuantitativamente, las piezas elaboradas en turquesa y amazonita predominan en el lote estudiado, lo cual podría interpretarse como acopio de materiales suntuarios procedentes del noroeste mexicano, a larga distancia; con interconexiones de menor extensión en línea recta, en el centro-occidente del actual territorio nacional. Es evidente que la información cultural hasta aquí documentada con uso de criterios analíticos, es de utilidad local y regional, sin embargo, será interesante compararla con materiales extraídos de excavaciones arqueológicas. Esto, sin menoscabo del producto obtenido, dados los argumentos presentados en la introducción de este trabajo.Referencias
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Notas
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