M. Charlotte Arnauld
ArchAm – UMR 8096, CNRS-université Paris 1 – Panthéon-Sorbonne
- El tema del altepetl en la historia y la arqueología de México no es de ninguna manera nuevo –probablemente ni siquiera Charles Gibson en los años 1960 haya sido el primero en abordarlo. Dos generaciones de investigadores han vertido muchos análisis valiosos e interpretaciones pertinentes sobre esta forma y esta ideología políticas de primera importancia en la Mesoamérica prehispánica, profundamente transformada ya desde el primer siglo de la época colonial y posteriormente. Pretendemos que hoy en día se dan nuevas condiciones para avanzar de modo más determinante, aunque no definitivo, sobre los problemas difíciles que plantean dichas forma, ideología y transformación.
- La primera condición nueva es una posibilidad efectiva de realizar un trabajo interdisciplinario entre etnohistoriadores, antropólogos, arqueólogos, epigrafistas y filólogos, incluyendo probablemente también arquitectos urbanistas. La segunda refiere a la publicación muy reciente de dos obras colectivas, una en México, El poder compartido. Ensayos sobre la arqueología de organizaciones politicas segmentarias y oligárquicas (Daneels y Gutiérrez Mendoza 2012, CIESAS), otra en Estados Unidos, The Neighborhood as a Social and Spatial Unit in Mesoamerican Cities (Arnauld, Manzanilla y Smith 2012, University of Arizona Press), las cuales no se centran en el altepetl sino que abordan la problemática de los grupos sociales que llegaron a “constituir” (casi en el sentido moderno de alguna “Constitución”) las entidades políticas mesoamericanas. Cuestión básica para el tema del altepetl ya que trata de la formación unitaria a partir de grupos heterogéneos, cosa trivial en lo político, pero que remite a respuestas culturalmente específicas en cada sociedad humana. Las dos obras también tienen la virtud de desplegar el trabajo en común de etnohistoriadores, antropólogos y arqueológos, oriundos de varias tradiciones académicas y –¿cómo evitar la palabra?– nacionales.
- Justamente, otra condición nueva que nos parece favorable sería que vivimos probablemente en las ciencias sociales un momento de transición en paradigmas, que deja poco a poco de lado la cuestión, tan trabajada durante el siglo pasado, de “la formación del Estado” en épocas remotas. Con cautela, avanzamos que el tópico del altepetl abordado de modo interdisciplinario renovaría profundamente la cuestión, al enfocar en el microscopio de nuestros análisis los conceptos émicos de las sociedades mesoamericanas, las acciones de sus hombres y mujeres y sus propios planteamientos culturales. Dicha aproximación no sólo llevaría a esclarecer realidades socio-políticas prehispánicas, sino que daría quizás a entender mejor su tranformación colonial en el intercambio que se dio a fuerza (y sangre) entre Derechos e instituciones de dos continentes.
- Somos conscientes que estas líneas no introducen realmente las ocho contribuciones que se presentan a continuación. Más limitada, la ambición nuestra, en la Jornada de estudio del 30 de enero 2013 en la Maison archéologie et ethnologie de Nanterre, era ante todo intercambiar puntos de vista multidisciplinarios sobre el tópico “altepetl”, así como el difrasismo atl tepetl, “montaña” “agua”. Los arqueólogos, iniciadores de la Jornada, tienden a considerar el altepetl como la entidad política fundamental en Mesoamérica, formada alrededor de una ciudad, la cual resultaba de un proceso político, religioso, y también urbanístico (alrededor del famoso templo-pirámide y no menos famoso palacio), sin que por eso se diferencie lo urbano de lo rural. Tantas nociones relativamente ajenas a la tradición urbana occidental. Señalemos aqui la relevancia de otra obra colectiva reciente, The Art of Urbanism (Fash y López Luján 2009, Dumbarton Oaks). La constitución en barrios que habrían preexistido a la ciudad sería otra dificultad para los investigadores, asi como el tipo de territorialidad política que habría sustentado los procesos políticos de formación y evolución de las entidades. Es importante también mencionar que los arqueólogos sospechan entre las peculiaridades del altepetl cierta flexibilidad que se expresaba tanto en la expansión como en el ocaso y despoblamiento repentino de ciudades, un rasgo que merece reflexión para evitar clichés preconcebidos sobre colapsos.
- En nuestra Jornada de Nanterre, por varias razones las ponencias se presentaron en el orden siguiente : la única antropóloga del grupo abrió la sesión, seguida por los etnohistoriadores, y finalemente presentaron sus datos y análisis los arqueólogos. Hoy en día, después de recoger los textos revisados y traducidos al español por los autores, nos parece más lógico ordenarlos iniciando por los dos textos propiamente arqueológicos (J. Adánez et al., M.C. Arnauld), seguidos por la contribución antropológica (D. Dehouve) y por los artículos que pertenecen a la etnohistoria (J. Contel, P. Lesbre y N. Béligand).
- En Agua-cerro, ideología y realidades en el área maya, Marie Charlotte Arnauld presenta la hipótesis según la cual el concepto político de altepetl expresaría un ideal de autoctonía, autonomía y unidad, en transformación desde las entidades mayas del Clásico hasta las del Posclásico. La epigrafía y la iconografía en sus avances recientes sustentarían la existencia de dicho concepto en el área maya, mientras que el consenso actual sobre interpretaciones socio-políticas de las sociedades mayas llevaría a considerar que estaba desapareciendo frente a las hegemonías en formación durante el Posclásico. La contribución intenta abordar la territorialidad política muy específica del altepetl en una perspectiva agraria, así como sus aspectos que remiten concretamente a la gestión, técnica y símbólica, del recurso agua.
- La contribución de Danièle Dehouve, Altepetl: el lugar del poder, muestra que el doble término expresa un concepto y soporta una teoría política. La ciudad es el lugar del poder del rey cuyas competencias están designadas muy precisamente por medio de los desplazamientos metafóricos aplicados al difrasismo: no sólo una relación con los orígenes, sino que también relaciones con las divinidades de la fertilidad, de la guerra, y de la justicia. Después de la Conquista, el término lexical altepetl se integró al habla cotidiana, reemplazando la forma sofisticada atl tepetl, y sufrió una evolución semántica fundamental que acompañó la reorganización político-territorial.
- Tlalloc-Tlallocan: el altepetl arquetípico, de José Contel, se concentra en uno de los aspectos del altepetl: “Tlallocan” es el altepetl original del que derivan los altepeme terrestres, lo que viene sugerido o descrito en una gran diversidad de fuentes alfabéticas en náhuatl y en español, así como pictográficas y arqueológicas. El culto de “Tlalloc”, dios de la lluvia, está estrechamente vinculado por múltiples lazos al de las montañas, y consecuentemente al culto del altepetl.
- En su contribución titulada Identificación de unidades sociales y administrativas en la composición de la ciudad maya clásica a través de sus sedes, Jesús Adánez Pavón, Andrés Ciudad Ruiz, y Mª Josefa Iglesias Ponce de León, con el epigrafista Alfonso Lacadena García-Gallo, enfocan la dificil identificación de “barrios” en las ciudades mayas que fueron capitales políticas en el Clásico (200-950 d.C.), y dejaron ruinas sin estructura general clara a primera vista. El análisis formal y espacial de los grupos de montículos que rodean a los centros monumentales llevan a discriminar unidades significativas. Los autores proponen unos estudios concretos para los casos de Tikal, Motul de San José, Río Azul y La Milpa, lo que permite evaluar la valiosa hipótesis de la existencia de funcionarios menores –como el lakam, un título recientemente identificado– encargados de la administración de las unidades sociales.
- Altepeme Tezcocanos : los casos de Tezcoco y Coatlichan, de Patrick Lesbre, es la única contribución del conjunto que intenta colocarse justo en el momento inicial de la transformación colonial, el punto en que distinguir lo autóctono de lo intruso plantea enormes dificultades para el analista. Se refiere a dos manuscritos pictográficos (ambos coloniales), básicos para quien quiera estudiar el altepetl en la zona acolhua (provincia de Tezcoco, siguiendo la ortografía colonial) : el Códice Xolotl y el Mapa de Coatlichan. El primero daría una idea de la constitución del altepetl de Tezcoco por el aporte de migraciones, el segundo permitiría comprender la notable complejidad de los componentes de un altepetl menos importante y muy cercano, Coatlichan.
- Nadine Béligand, en El señorío matlatzinca, una manera de abordar el altepetl, aduce claramente que, para entender los cambios ocurridos entre el siglo XV y el XVI, es imprescindible acercarse a la geografía histórica que permite vislumbrar las transformaciones ocurridas en el campo del señorío y de la jurisdicción regional. La sucesión de usurpaciones de poderes y de jurisdicciones, y sobre todo la redefinición de la conformación señorial, sirven aquí de base a este planteamiento.
- Ahora, con el fin de abrir la investigación hacia los grupos sociales y las formas políticas que éstos crearon en Mesoamérica, con bases ideológicas, territoriales y jurídicas bien diferentes de las de nuestros Estados occidentales centralizados, habíamos propuesto entrar a una segunda etapa de reunión interdisciplinaria, la cual se había programado para la primavera de 2014 en la Ciudad de México, en una institución, el CIESAS, en donde se ha venido estudiando el altepetl desde ya varias decenas de años. Nuestro amigo y colega François Lartigue iba a organizar el evento, cuando padeció la tremenda enfermedad que iba a llevarlo tan brutalmente (24 de febrero de 2014).
- Esta publicación quiere aportar otro homenaje más al trabajo excepcional de François Lartigue en las ciencias sociales del torno del siglo, su rol de “despertador” y crítico lúcido favoreciendo siempre la investigación interdisciplinaria renovada, en base a lo que levantaron nuestros maestros de antaño.

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