David Arturo Muñiz García1, José Luis Punzo Díaz2
1 Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
2 Centro INAH Michoacán
El sur de la cuenca de Chapala ha sido un lugar olvidado durante muchos años por la arqueología mexicana a pesar de estar rodeado por regiones que han sido ampliamente estudiadas. La implementación del Proyecto de Salvamento Arqueológico Las Purépechas ha permitido que se comience a subsanar esta situación. Se asume que las personas construyen su entorno paulatinamente hasta formar un paisaje, lo cual deja una huella material. Para poder rastrear esta huella, es necesario partir de los elementos descriptivos básicos de registro arqueológico, lo que permite plantear una discusión. Este es el objetivo del presente trabajo. Se muestran los primeros resultados e interpretaciones de elementos como la gráfica rupestre, los sistemas constructivos, la iconografía, la cerámica y la lítica, provenientes principalmente del sitio de Chavinda y de algunos otros lugares de la región. Se da cuenta de algunos de los cambios experimentados en la ocupación de dicha región, con respecto a lo cual destacan las tradiciones funerarias del Preclásico Tardío, así como una creciente presencia humana entre el Clásico y el Epiclásico que parece tener sus principales contactos con el Bajío y el sur de Michoacán. También se observa una fuerte presencia de la cultura aztatlán en el Posclásico Temprano y de la purépecha en el Posclásico Tardío.
Palabras clave: Occidente de México, salvamento arqueológico, paisaje, sistemas constructivos, gráfica rupestre, cerámica, lítica.
El PSAP fue un esfuerzo conjunto de quienes esto suscriben, junto con Mijaely Antonieta Castañón Suárez, Kimberly Sumano Ortega, Gabriela Arellano González, Gabriel Maldonado (Q. E. P. D.), Alfredo Salas Mesa y Carlos Gutiérrez. Expresamos nuestro agradecimiento al personal del INAH Michoacán y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), pero sobre todo a los ayudantes y pobladores de la región, quienes, a pesar de la compleja situación social que se vive en estos tiempos, hicieron posible la realización del proyecto. A los revisores y editores de Americae, cuyos comentarios enriquecieron significativamente el contenido del presente artículo. Cualquier error u omisión es responsabilidad de los autores.
El sur de la cuenca de Chapala
La construcción de la línea de transmisión Las Purépechas atravesó diversas áreas de los municipios de Sahuayo, Jiquilpan, Villamar, Chavinda, Pajacuarán, Vista Hermosa, Tangamandapio y Jacona, en la zona norte-centro de Michoacán. El trazo de Las Purépechas se encuentra entre dos cuencas hídricas (la del Lerma-Santiago hacia el norte y la del Balsas hacia el sur, en su vertiente del río Itzícuaro) y ocupa principalmente la depresión conocida como ciénega de Chapala (Figura 1). Por el alto potencial arqueológico de esta zona, el Centro INAH Michoacán, mediante un convenio de colaboración con la CFE, determinó realizar trabajos de salvamento en sitios arqueológicos ya conocidos. Habiendo sido reportados en distintos momentos, se tenía conocimiento de los sitios de El Otero, Campo de Aviación (Noguera 1944) y La Casita de Piedra (Schöndube 2009), en el municipio de Jiquilpan; Jacona la Vieja, en el municipio de Tangamandapio (Espejel Carbajal 2014); y El Opeño (Oliveros Morales 2004), Los Gatos (Espejel Carbajal 2014), Cerro Curutarán y Puerto de Lucas (Cárdenas García 2012), en el municipio de Jacona (Muñiz García et al. 2015).
Los métodos de trabajo en el PSAP
La información colectada fue producto de estudios bibliográficos, trabajo de campo y gabinete. Durante cada una de las fases del proyecto se implementaron distintas estrategias de trabajo articuladas en torno a diversos sistemas de información geográfica (SIG), como ESRI ArcMap 10.1, Qgis 2.14.0 y Google Earth. Los datos espaciales fueron recolectados en campo con dispositivos GPS de mano, levantamientos cartográficos propios y estación topográfica. Se usó información de código abierto (INEGI-UNAM 1984; CONABIO 2020), datos geográficos provenientes de informes, así como referencias directas de informantes locales (Muñiz García et al. 2015). El trazo de las líneas de transmisión al cual se ajustó originalmente el PSAP fue proporcionado por la CFE. Se realizaron análisis de imágenes satelitales usando criterios como la altitud, la posición en el terreno y la presencia de campos de cultivo intensivo para la identificación de áreas con potencial arqueológico bajo (un total de 46.5 km) y medio y alto (46.2 km). Se planteó la necesidad de corroborar en campo la presencia de vestigios, labor hecha gracias a un recorrido intensivo con límite artificial o arbitrario a lo largo del trazo de la línea de transmisión y de las obras alternas por realizar (Ruiz Zapatero y Burillo Mozota 1988: 48). Como resultado de este primer recorrido, se localizaron al menos cinco sitios arqueológicos con evidencia de ocupación permanente y varias concentraciones de materiales. Se determinó así el inmenso potencial arqueológico de la región y la necesidad de llevar a cabo un proyecto de salvamento arqueológico a corto plazo, así como investigaciones arqueológicas más profundas a mediano y largo plazo (Muñiz García y Ramos García 2014: 5). De manera previa a la segunda intervención en campo, se hizo un reconocimiento del área mediante cartas topográficas y geológicas, imágenes satelitales, documentos históricos y fotografías aéreas. Con la integración de esta información se generaron mapas de mano de los lugares que se tenía previsto recorrer y, llegado el caso, excavar, y se elaboraron también formatos de trabajo para ambas tareas. Al contar con contextos poco conocidos, los formatos permitieron alcanzar un cierto grado de uniformidad en el registro, lo que llevó a que la información recabada fuera compatible y comparable con otra que se ha estado generando en el estado. Todos los datos fueron recabados en un formato accesible que permite su descarga en SIG. Para los trabajos de campo del salvamento arqueológico se desarrollaron recorridos intensivos (Cerrato Casado 2010) en los cinco sitios previamente definidos, a los que se denominó LTPSJ_01/Las H, LTPSJ_02/Las Mojarras, LTPCM_01/Subestación, LTPJ_01/Chavinda y LTPJ_02/Frambuesas, respectivamente. El reconocimiento consistió en la localización física del vestigio reportado mediante coordenadas UTM. Se realizaron transectos paralelos con no más de 15 m de separación entre las zonas de prospección, que partían de un punto central determinado por la presencia de los vestigios más prominentes, mientras que el límite del sitio se definió por la inexistencia de vestigios en un radio de por lo menos 150 m. En el caso de la presencia de elementos arquitectónicos, se realizaba un levantamiento cartográfico detallado con cinta métrica y brújula de precisión, registrando los materiales muebles asociados, así como sus características en el paisaje. En lo que respecta a Chavinda y Frambuesas, se realizaron levantamientos con estación topográfica satelital con curvas a cada metro, tarea que estuvo a cargo del personal de la CFE con el apoyo del personal del PSAP. Además, en los sitios de Chavinda y de El Otero se usaron vuelos de dron. La gráfica rupestre se registró siguiendo una metodología que incluía un recorrido intensivo con transectos paralelos para la localización de dicha gráfica. Una vez identificada, se registraba mediante dibujos a mano alzada, fotografías detalladas y reproducciones con tinta indeleble sobre plástico transparente. Las imágenes se procesaron con el programa Corel Draw 8.0. En el caso de las fotografías digitales, se realizó un proceso previo mediante el programa ImageJ y el plug-in Dstrech para la identificación de motivos (se siguieron las sugerencias de Quesada Martínez 2010). Al trabajo de la gráfica rupestre se le otorgó un énfasis especial en el sitio de Chavinda debido a su asociación con elementos arquitectónicos (Sumano Ortega, Muñiz García y Punzo Díaz 2017). También se llevó a cabo un recorrido en el que se efectuó un muestreo sistemático estratificado a nivel regional (Cerrato Casado 2010). Se prospectó solo un área limitada, correspondiente a la subcuenca de Chavinda, mediante transectos paralelos equidistantes de 50 m y siguiendo un criterio previo (estrato) de cotas de nivel de entre 1600 y 1800 m s. n. m. Se logró la cobertura de prácticamente la totalidad de la subcuenca, en la zona cercana al sitio arqueológico de Chavinda. Ahí se recolectó material mediante un muestreo general de juicio para la búsqueda de indicadores histórico-culturales. De manera paralela, se realizaron recorridos extensivos en las áreas cercanas a los sitios de ocupación permanente, además de recorridos puntuales en sitios marcados explícitamente como posibles sitios arqueológicos, que fueron identificados ya sea por información previa o con el apoyo de informantes de las comunidades. Por otro lado, se realizaron dos prospecciones de superficie con métodos geofísicos en los sitios Las Mojarras y Subestación. En ambos casos, los trabajos fueron llevados a cabo por personal del Centro de Ciencias de la Tierra, de la División de Ciencias (Departamento de Ingeniería) del Centro Universitario de Tonalá (Universidad de Guadalajara), con apoyo del personal de la CFE y del PSAP. La primera prospección consistió en una tomografía de resistividad eléctrica en el sitio Las Mojarras. Se utilizó un equipo SuperSting R8, marca AGI. Las lecturas se hicieron en el dominio del tiempo, empleando una onda cuadrada de dos segundos. El procesamiento de los datos y su conversión a formato ASCII se llevó a cabo con el programa STINGDMPW. Posteriormente, el proceso de interpretación se desarrolló con el paquete RES2DINV. La segunda prueba se realizó en el sitio Subestación mediante radar de penetración terrestre, por medio de diecinueve perfiles en dirección de los surcos del arado, ya que la técnica es muy sensible a los accidentes topográficos. Para el levantamiento de perfiles de radar se utilizó el sistema RAMAC/GPR X3M de Mala Geoscience, con una antena blindada con frecuencia central de 250 MHz y con un dispositivo de disparo en base al avance de la antena sobre la línea. Como sistema de control y adquisición de datos se utilizó un computador tipo laptop (Universidad de Guadalajara 2015). El trabajo de campo también incluyó excavaciones, las cuales se efectuaron siguiendo dos métodos distintos debido a la naturaleza y a las condiciones diversas de los sitios. El primero consistió en la excavación de pozos de sondeo de 2 m por lado, los cuales se extendieron en caso necesario. El segundo correspondió a excavaciones extensivas, incluyendo calas de aproximación. En todos los casos la estrategia general fue la misma: se iniciaba con la limpieza del área de trabajo y la excavación del primer estrato por niveles métricos de 10 cm hasta llegar a un cambio de capa; tras ello, se modificaba la estrategia y se continuaba la excavación mediante niveles estratigráficos, es decir, se seguía una estratigrafía natural. Para todo ello se contó con cédulas de registro para cada capa y cuadro. La selección de las áreas de intervención se llevó a cabo en función de dos criterios: se dio prioridad a los lugares que serían afectados por el trazo de la línea de transmisión y, en un segundo momento, se seleccionaron aquellos lugares cercanos que tuvieran indicios de actividad humana. Para la extracción del sedimento y del material arqueológico se elaboró un archivo gráfico de fotografías y dibujos de cada cuadro/capa. La ubicación de todas las unidades de excavación se realizó tomando en cuenta datos referenciados con respecto a la línea de trasmisión (información y trazado realizado por el personal de la CFE). Para esta labor se utilizó un GPS topográfico, marca Trimble R6, a partir del cual se realizaba un tendido visual para generar retículas de proyectadas que se marcaban cada 10 o 20 m. Toda la información se integró al sistema de información geográfica. Los materiales muebles recuperados se analizaron en las instalaciones del Centro INAH Michoacán, aunque una muestra significativa de concha, hueso animal y hueso humano fue trabajada en el Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, bajo la dirección del doctor Gilberto Pérez Roldán, con el apoyo de la antropóloga física Mónica Silvy Morales Ríos y la arqueóloga Gabriela Arellano González (Arellano González y Pérez Roldan 2015). En cuanto al análisis de la cerámica y de la lítica, dado que no existía una tipología previa al respecto, se optó por hacer un registro de las características morfológicas visibles que ofrecían mayores posibilidades de ser usadas en trabajos futuros mediante comparaciones con materiales de regiones cercanas. Para la cerámica se usó un método de análisis mixto, basado en su forma-función y en su tipo de acuerdo a sus características macroscópicas. De este modo, el material se separó por tipo de acabado (alisado, pulido, engobe, etc.) y a cada tipo se le separó según su forma-función (preparación de alimentos, almacenaje, suntuario, etc.). La propuesta y la dirección de estos trabajos estuvieron a cargo de Mijaely Antonieta Castañón Suárez (Muñiz García et al. 2015, t. III: 16-21). En cuanto a la lítica, el análisis estuvo guiado por su división en tallada y pulida, y se realizó una clasificación tanto por tipo de materia prima como por funciones (puntas, navajillas, buril, perforador, lascas, núcleos, cuchillo, raedera y raspador). En este caso, la propuesta y la supervisión del análisis fueron llevadas a cabo por Carlos Gutiérrez (Muñiz García et al. 2015, t. III: 23-28). Se obtuvieron dos muestras para datación de carbón vegetal, que se mandaron a analizar mediante la técnica de C14 a la empresa Beta Analytic. Para la primera muestra se obtuvo un rango de 425-600 n. e. (2 σ)[2] y para la segunda de 1260-1295 n. e. (2 σ)[3] (Muñiz García et al. 2015, t. III: 29).Resultados
El salvamento arqueológico tiene como una de sus características la obtención de resultados en diversas áreas. El PSAP no fue la excepción, por lo que, para una mejor comprensión de cada aspecto, se presentan los resultados alcanzados de acuerdo con las principales técnicas usadas durante el proyecto: recorrido, excavación y análisis de materiales.Recorrido
El conocimiento previo permitió definir distintas estrategias de recorrido, que fueron elegidas teniendo siempre presente que las técnicas deben adaptarse a la realidad existente: “hay tantas técnicas de prospección como regiones hay” (Ruiz Zapatero y Burillo Mozota 1988). En total se tuvo conocimiento de veintidós sitios: cinco que fueron probablemente centros cívico-religiosos (Jacona la Vieja, Chavinda, El Otero, Cojumatlán y El Opeño), seis de gráfica rupestre (Las Candelas, Estación Moreno, Venustiano Carranza, Pajacuarán, El Paracho Viejo y Tecomatán El Cometa) y el resto posiblemente habitacionales (Las H, Las Mojarras, Frambuesas, Cerro Ojo de Agua, Churitzio, San Miguel, Guaracha, Los Gatos, Campo de Aviación de Jiquilpan, Casita de Piedra, Puerto de Lucas). De estos últimos, siete ya habían sido registrados previamente (Figura 2).


Excavación
El salvamento arqueológico implica el cambio constante de estrategias para adecuarse a las circunstancias que se van presentando. En este contexto, se realizaron excavaciones intensivas (pozos de sondeo) y extensivas en los sitios en que fue necesario hacerlo, de acuerdo con la información generada durante el recorrido de superficie. En Las H, Las Mojarras y Subestación se excavaron un total de doce pozos. En Frambuesas, en donde se trabajó solo una unidad habitacional con arquitectura, se excavaron cuatro pozos y una cala en un total de 80 m2. En Chavinda se llevaron a cabo cinco pozos de sondeo, cuatro calas (dos de ellas se extendieron) y una excavación extensiva en un total de 148 m2. Gracias a esto, se conocieron fragmentos de cuatro unidades habitacionales, una parte de un conjunto cívico-religioso, así como varias concentraciones de materiales. Los sitios arqueológicos de Las H, Subestación y Las Mojarras comparten características estratigráficas generales. En Las H, la estratigrafía fue constante en todos los pozos, con una primera capa de humus, seguida de tres capas con una granulometría limo-arenosa, areno-limosa y limo-arcillosa, respectivamente. El material arqueológico recuperado solo estaba presente en las dos primeras capas. Correspondía a material cerámico doméstico monocromo, muy posiblemente de arrastre, que no pudo ser fechado, pero que evidencia la presencia de habitaciones en las inmediaciones del sitio. El sitio Subestación tiene una estratigrafía muy similar, aunque con una sedimentación más abundante. El material arqueológico recuperado fue muy escaso y se trata posiblemente también de arrastre. Finalmente, en Las Mojarras, la secuencia sedimentaria es similar: una capa delgada de humus, seguida de capas limo-arcillosas, arcillo-arenosas y areno-limosas. En todos los casos se descartó la presencia de habitaciones permanentes en las áreas de excavación, pero se confirmó la existencia de poblados prehispánicos en las cercanías. Por otro lado, las excavaciones en el sitio Frambuesas permitieron la identificación positiva de una unidad habitacional. Allí se observa una estratigrafía más compleja y profunda que en el grupo de sitios constituido por Las H, Las Mojarras y Subestación, con una secuencia sedimentaria compuesta por las siguientes capas: humus, limo-arcillosa, areno-limosa, areno-arcillosa y areno-limosa. El sitio Chavinda se encuentra ubicado en una pendiente más pronunciada que las del resto de los sitios, aunque su extensión hace que ocupe áreas con diferentes grados de inclinación, lo que da como resultado secuencias estratigráficas variadas. En la siguiente tabla (Tabla 1) se sintetizan los elementos principales de las excavaciones allí efectuadas, entre las que cabe destacar la de la cala 3, en donde se recuperaron varias ofrendas de concha y de entierros, entre otras. Tabla 1 – Características estratigráficas y elementos principales de las excavaciones en Chavinda.Unidad | Capa A | Capa B | Capa C | Capa D | Tipo | Elementos internos |
Limo-arenosa | Areno-limosa | Areno-arcillosa | Arcilla | |||
Pozo 1 | x | x | Terraza agrícola | |||
Pozo 2 | x | x | x | x | Terraza agrícola | |
Pozo 3 | x | x | x | Terraza agrícola | Dos fragmentos de figurillas. | |
Cala 1 | x | x | Unidad habitacional | Uso de piedras para acondicionamiento y rellenos constructivos. | ||
Pozo 5 | x | x | Terraza agrícola | |||
Pozo 4 | x | x | x | Unidad habitacional | Entierro de un individuo desarticulado con ofrenda compuesta de una olla monocroma. Relleno constructivo. | |
Cala 2 | x | Limo-arcillosa | Unidad habitacional | Entierro asociado a gran cantidad de fragmentos de olla. Rellenos constructivos de tierra limo-arcillosa; acondicionamiento mediante escalonamiento. | ||
Extensiva 1 | x | x | x | Areno-limosa | Unidad habitacional | Relleno constructivo, fragmentos de hueso animal con alteración térmica. |
Plataforma principal. Cala 3 | Areno-arcillosa | x | x | x | Área pública: montículo principal, plaza 1 y montículo este | En total se registraron cuatro pisos con sus respectivos acondicionamientos. La capa A corresponde a un contexto de abandono. Enseguida hay un apisonado, debajo del cual está la capa B, en donde se localizaron la mayoría de las ofrendas de conchas y entierros. En la plaza 1 se obtuvo una fecha correspondiente al Posclásico Temprano. |
Materiales
Los 22 125 tiestos analizados permitieron establecer ciertos perfiles. Chavinda y Frambuesas presentan similitudes en cuanto a sus tipos cerámicos. Se constata la dominancia de tipos domésticos alisados y con engobes rojo, naranja, café y negro, mientras que los tipos no domésticos, como los pulidos y bruñidos, son escasos, especialmente en Frambuesas. Sin embargo, existe una diferencia significativa en la cantidad de cerámica recuperada por sitio, pues más del 70 % de los materiales proviene de Chavinda, frente al 20 % procedente de Frambuesas. Durante las excavaciones en Chavinda se localizaron unas cuantas cerámicas diagnósticas. La primera fue un fragmento estucado con pintura amarilla. Sus características se asemejan al denominado tipo Cherán, que fue definido por Holien (1977; Jiménez Betts 2018: 70) y reportado por diversos arqueólogos: Filini, en la Cuenca de Cuitzeo (Filini 2014); Fernández Villanueva (2013), en Zaragoza; Castañón Suárez y Punzo Díaz (2017), en Tingambato, y Michelet (1993), en Zacapu, entre otros (Figura 5). El tiesto era parte del relleno constructivo del montículo principal, en donde estaba asociado a fragmentos de carbón vegetal fechados en el rango 425-600 n. e. (2 σ). No podemos saber con certeza la intensidad de la relación entre la ciénega de Chapala y otras regiones del Occidente, pero, a partir de los restos materiales, cabe suponer la existencia de vínculos entre Chavinda y otros asentamientos, principalmente del sur y del oeste, que tienen una actividad destacada durante el Clásico/Epiclásico. Además, a las analogías de los materiales cerámicos, se suman otros elementos, como las técnicas constructivas, que parecen corresponder a esa misma época.



Discusión
Patrón de asentamiento
Las investigaciones recientes han proporcionado una serie de datos que permiten reflexionar acerca de las dinámicas culturales prehispánicas en la ciénega de Chapala. Algunas de las más relevantes tienen que ver con la evidencia en superficie. En un inicio, de acuerdo con lo que se advierte en las regiones cercanas, esperábamos observar ciertos patrones en la forma y distribución de los sitios, sin embargo, el patrón de asentamiento en la región de la Ciénega no es homogéneo, posiblemente por la diversidad temporal de los sitios. Pese a ello, puede afirmarse que estos comparten la utilización de lugares con una cierta altitud (entre los 1500 y los 1800 m s. n. m.), con preferencia por las lomas poco pronunciadas que dan a la zona de inundación. No obstante, en sitios como Chavinda, los asentamientos se localizan en lomas más abruptas, aunque por encima de los 1800 m s. n. m. solo se encuentra la zona de gráfica rupestre Piedra del Águila. Los paisajes en toda la región están marcados por terrazas agrícolas de todos los tamaños, las cuales siguen siendo usadas hoy en día. Muchas de ellas fueron construidas en la época prehispánica o en ellas se reutilizaron materiales de edificaciones más antiguas. Comienza a perfilarse, entonces, un tipo de paisaje en el que el entorno natural era alterado con terrazas que permitían la acumulación de sedimentos por situarse cerca de la zona de inundación producida por las crecidas de la laguna, facilitando así el acceso tanto a los recursos lacustres como a la producción agrícola. Desafortunadamente, los conocimientos con que contamos hasta el momento no han permitido asociar de manera concluyente todos los sitios arqueológicos a una filiación cultural o cronológica. Sin embargo, se han realizado avances significativos. Se ha identificado claramente una ocupación de El Opeño hacia el Preclásico Temprano. La cantidad y calidad de las tumbas y los materiales reportados permiten suponer que se trata del sitio más complejo de ese periodo (Oliveros Morales 2004). La descripción de la tradición funeraria de El Campo de Aviación de Jiquilpan hecha por Noguera (1944) parece corresponder a la misma tradición que la de El Opeño. Por su parte, el reporte de Schöndube (2009) de Casita de Piedra, en Jiquilpan, destaca el parecido que guarda una tumba de ese lugar con las de Tabachines, en Jalisco, que también pertenecen al Preclásico. Por otro lado, el sitio de Frambuesas podría pertenecer a este mismo horizonte temporal, pues sus características arquitectónicas y el patrón de uso de materiales líticos y cerámicos no guardan ninguna semejanza con lo observado en sitios como Chavinda, cuyos artefactos líticos han sido fechados a partir del Clásico, tal y como se muestra en la Figura 6. Además, en el sitio de Frambuesas, tampoco se localizó ningún otro indicio que pudiera relacionarlo con una ocupación purépecha. Por ello, y en espera de fechamientos absolutos que permitan comprobar o refutar nuestra suposición, consideramos que debió de haber sido ocupado hacia el Preclásico. El fechamiento del carbón vegetal asociado al tiesto tipo Cherán de Chavinda no arroja la certeza de una ocupación hacia el Clásico/Epiclásico. Sin embargo, figurillas antropomorfas registradas por el PSAP en colecciones privadas provenientes del mismo sitio ponen al descubierto una fuerte similitud con las figurillas del subtipo A3 identificadas en el sitio de Sayula, de las cuales las del Complejo Usmajac han sido fechadas entre el 300 a. n. e. y 300 n. e. (Ramírez Urrea 2005: 22). También se observa una gran similitud con algunas figurillas reportadas por Lister (1949) en Cojumatlán (Figura 9). Ahora bien, lo que sí parece más claro es que la trayectoria de Chavinda inicia en el Clásico Temprano y continua hasta el Posclásico Tardío, siendo el Posclásico Temprano el periodo de mayor actividad. En este contexto, los materiales y características de sitios como Cojumatlán, Tizapán, El Otero, Las H, Las Mojarras, Guaracha, San Miguel, Venustiano Carranza, Estación Moreno, Puerto de Lucas (Cárdenas García 2004: 19) y Churitzio nos hacen suponer que todos ellos fueron contemporáneos a Chavinda durante el Clásico Medio, el Epiclásico y el Posclásico Temprano. Esta suposición se fundamenta en las diversas similitudes que se observan entre los sitios: la semejanza de los materiales cerámicos de Cojumatlán, Tizapán y El Otero (véase la Figura 5); las similitudes relativas a la ubicación en el paisaje y a los sistemas constructivos entre Las H, Las Mojarras, Guaracha, San Miguel y Churitzio; y el parecido en el estilo de la gráfica rupestre entre Venustiano Carranza, Estación Moreno y Puerto de Lucas.


Los contextos excavados
Las excavaciones aportaron otros elementos para la discusión. En el sitio de Frambuesas uno de los hallazgos más significativos fue un firme arquitectónico enterrado, con una huella en superficie muy discreta. Esto nos indicó el gran potencial de hallazgos que había en toda el área de trabajo, en la medida en que la agrotecnología de los frutos rojos (uso principal de toda el área cercana al sitio) no es tan invasiva para el subsuelo, ya que penetra pocos centímetros en la tierra y ayuda a la conservación del patrimonio soterrado, aunque, al mismo tiempo, arrasa todo vestigio en superficie. En Chavinda se logró apreciar que los sistemas constructivos requirieron una gran inversión de trabajo. Se identificó un relleno constructivo que modificó la ladera del cerro con la finalidad de acondicionar una gran plataforma de por lo menos 200 m de largo por 60 m de ancho, para construir las seis edificaciones público-religiosas; dicho acondicionamiento logró disminuir la pendiente de la montaña. En otras palabras, para la plataforma no visible, se requirió una inversión de trabajo significativamente mayor que aquella hecha para la arquitectura visible (el montículo más grande es de 18 m de largo por 16 m de ancho, con 3 m de altura). Diversos autores han mostrado que este tipo de inversión en edificaciones no visibles tienen implicaciones profundas en la organización socioeconómica. Así lo señalan Tsukamoto e Inomata (2014) para el caso de Ceibal, y Cyphers Guillén y Murtha (2014) para el de La Venta. En este contexto, se abren varias interrogantes: ¿por qué invertir tanto trabajo en esta ubicación, existiendo espacios con mejores condiciones a poca distancia?, ¿qué tipo de organización social cobijó un entorno edificado que no parecía reflejar visiblemente el aporte de quienes contribuían a la economía? Futuras investigaciones nos podrán ayudar a resolver estas cuestiones (Figura 12).


Conclusiones
El PSAP ha significado la reactivación de la arqueología en la región de la ciénega de Chapala. Con sus labores se han identificado varios sitios y caracterizado sus condiciones histórico-culturales, además de haberse propuesto una primera tipología de los materiales muebles, las secuencias estratigráficas, los posibles patrones de asentamiento y los sistemas constructivos. Gracias al apoyo de las instituciones involucradas, el PSAP evitó las afectaciones directas en dos sitios por donde pasará la línea de transmisión Las Purépechas: Chavinda y Frambuesas. En el caso de Chavinda, mediante el estudio de la distribución espacial de sus vestigios, se logró profundizar un poco más en sus posibles dinámicas sociales, lo que puso en evidencia un grado de complejidad social y de interacción desconocido hasta ahora. Los materiales arqueológicos ahí recuperados muestran una diferenciación por regiones internas, así como la posibilidad de intercambios a corta y larga distancia. Todos estos elementos nos permiten empezar a entender la manera en que estos antiguos habitantes usaron sus edificaciones y elementos simbólicos para adaptarse al entorno natural y construir un paisaje. El presente trabajo es principalmente descriptivo, con el objetivo de poner a disposición de los especialistas información que les permita entender esta región, olvidada por muchos años y que parece ser un puente de conexión con distintas regiones cercanas y lejanas.Referências
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Notas
[1] El INAH es una dependencia del Gobierno federal que tiene, entre otras funciones, proteger, investigar y divulgar el patrimonio arqueológico en México. La CFE es el órgano descentralizado del Gobierno mexicano a cargo de la infraestructura eléctrica del país.
[2] Beta-420027: PSAP MUESTRA 1. Edad radiocarbónica: 1530 ± 30 BP. Resultado calibrado con dos sigmas (95 % de probabilidad): Cal AD 425 a 600 (Cal 1525 a 1350 BP). Se trata de un fragmento de carbón vegetal ubicado en un estrato de relleno arquitectónico del montículo principal, debajo de sillares de basalto y asociado con una cerámica tipo Cherán.
[3] Beta-420028: PSAP MUESTRA 2. Edad radiocarbónica: 720 ± 30 BP. Resultado calibrado con dos sigmas (95 % de probabilidad): Cal AD 1260 a 1295 (Cal 690 a 655 BP). La muestra es un fragmento de carbón vegetal asociado a una ofrenda de conchas en el centro de la plaza principal, a unos 40 cm de profundidad.
[4] El tema de jardines y huertos urbanos en Mesoamérica ha sido trabajado, entre otros investigadores, por Mónica Smith (2014) y Bárbara Stark (2014).

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