Jesús Adánez Pavón, Andrés Ciudad Ruiz, Alfonso Lacadena García-GalloMaría Josefa Iglesias Ponce de León

Departamento de Historia de América II (Antropología de América), Universidad Complutense de Madrid

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El análisis formal y espacial de los grupos de estructuras que rodean a los centros monumentales de las ciudades mayas clásicas permite discriminar unidades significativas en áreas que, de otro modo, aparecen como una agregación indiferenciada de grupos domésticos. El artículo parte de la introducción de un procedimiento de identificación de tales unidades a través de sus sedes y de la revisión de algunas interpretaciones y evidencias sobre la naturaleza de las unidades intermedias en las ciudades mayas clásicas. Presenta, después, una propuesta de identificación basada en dicho tipo de análisis para el caso de Tikal y evalúa su aplicación en tres casos más: Río Azul, Motul de San José y La Milpa. La propuesta plantea la existencia de unidades sociales cuyas sedes se corresponderían con los grupos con Patrón de Plaza 2, caracterizados por un culto a los antepasados, y la de funcionarios menores encargados de la administración de las unidades sociales anteriores –como el lakam, un título mencionado en algunos textos jeroglíficos–, cuyas sedes se corresponderían con los grupos clasificables bajo el tipo Grupo sobre Plataforma Basal.

Palabras clave: barrios, distritos, organización social, organización administrativa, ciudad maya clásica.

Agradecimentos

Una versión previa de este trabajo fue presentada en la jornada de estudio “Altepetl et quartiers: la composition des capitales urbaines en Mésoamérique préhispanique” (Nanterre, 30 de enero de 2013). Agradecemos a sus organizadores, especialmente a M. Charlotte Arnauld, la oportunidad de asistir a dicha reunión, que resultó enriquecedora; agradecemos igualmente los comentarios que nos dirigieron los participantes en ella, así como las observaciones adicionales de dos revisores anónimos del texto original, las cuales nos han permitido mejorar su contenido resolviendo, incluso, algunas omisiones relevantes. La investigación forma parte de los resultados del proyecto “La construcción social de la ciudad maya: identificación de unidades administrativas en los centros urbanos del periodo Clásico (ss. II-X d.C.)”, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia español (referencia: HUM2007-66381/HIST) y de las actividades del Grupo de Investigación de Arqueología, Historia y Etnología Maya (referencia: 930518).

  1. Mediada la década de los años noventa, Patricia McAnany (1995: 91) señalaba la escasa atención que, en la arqueología de los periodos Clásico y Formativo, habían recibido los niveles intermedios de la estructura socio-política maya, los situados entre los dos focos principales de interés de los investigadores: las élites y sus interacciones políticas a gran escala, de un lado, y las unidades residenciales individuales, de otro. El diagnóstico puede seguir siendo válido hoy. A pesar de los no pocos avances acumulados desde entonces, incluyendo los de la propia McAnany en el trabajo citado, el conocimiento de la ciudad maya clásica aún no ha reemplazado suficientemente su representación general como una agregación concéntrica de grupos domésticos en torno a un núcleo monumentalizado. No obstante, la cuestión ha recibido recientemente un nuevo impulso con la aparición de una serie de publicaciones cuyo denominador común es el concepto de “barrio” (véase Arnauld, Manzanilla y Smith 2012; Manzanilla y Chapdelaine 2009; Smith 2010, 2011). En ellas pueden reconocerse los elementos que son indicadores de la constitución de una comunidad de investigadores y un campo de investigación: definición de las nociones básicas involucradas y reflexión acerca de sus implicaciones y potencialidades, discusión de las metodologías empleadas para su análisis, reunión y cotejo de estudios de caso procedentes de distintos periodos y ámbitos culturales –el mesoamericano, el americano en general e, incluso, la comparación entre el Nuevo y el Viejo Mundo–. El objetivo es indagar en la presencia y el papel de unidades espaciales de nivel intermedio en la conformación de la ciudad.
  2. Estas páginas se inscriben en esa línea de trabajo planteando una propuesta específica de identificación de unidades sociales y administrativas intermedias basada en el examen del caso de Tikal (véase también Adánez, Lacadena et al. 2010)[1], la cual se evalúa, en un ámbito regional, mediante su aplicación en otros tres casos: Río Azul, Motul de San José y La Milpa (Figura 1). Su objetivo es también presentar dicha propuesta como desarrollo y aplicación de un procedimiento de identificación basado en sedes; antes de abordar los detalles de los análisis y sus resultados, por tanto, se hace necesario introducir el procedimiento y acompañarlo de una breve revisión de las evidencias e interpretaciones acerca de la naturaleza de las unidades intermedias en la ciudad maya.

Figura 1. Mapa de la región donde se localizan las ciudades analizadas.

La identificación de unidades intermedias a través de sus sedes

  1. La aproximación que aquí se sigue para identificar posibles unidades intermedias en los restos arqueológicos de la ciudad opta por centrar la atención en sus sedes. Entendemos por “sede” el lugar que eventualmente alberga las actividades e instalaciones que hayan sido concebidas como propias de las entidades formadas por tales unidades y que, por ello, tiene además la potencialidad de expresar materialmente su existencia; ese sentido encierra el uso actual de la palabra –en español– cuando se dice que la casa consistorial es sede de un municipio o que la iglesia catedral es sede de una diócesis. En la definición anterior se asigna a las unidades la categoría de “entidad” porque contar con una sede implica que fueron reconocidas de algún modo como tales, con propósitos determinados y medios para perseguirlos; si bien carecer de ella no supone necesariamente lo contrario, dotarse de una sede conlleva acceder a esa condición.
  2. Como procedimiento de identificación, la aproximación requiere adoptar una serie de premisas que, al menos en el uso que aquí se hace de ellas, componen el escenario que se pone a prueba mediante la evaluación de su grado de ajuste con los distintos casos. En primer lugar, como es obvio, se presume que existen entidades intermedias y que cuentan con sedes; más abajo se revisan distintas interpretaciones sobre la naturaleza de esos niveles intermedios en la estructuración de los centros mayas clásicos, las cuales constituyen el contexto que da pie a nuestro análisis. Un segundo grupo de premisas se refiere a la configuración material de las sedes: la determinación de las características tangibles que exhiben en función de la entidad –actividades, instalaciones, significaciones– con que se vinculan; entre ellas se incluyen, asimismo, observaciones acerca de su homogeneidad en la ciudad, pues en ésta pueden coexistir, en principio, tanto tipos diversos de entidades dentro de un mismo nivel como formas diversas de plasmarse y expresarse materialmente en sedes. Un último grupo de premisas se relaciona con la configuración espacial de entidades y sedes en la trama urbana; una entidad intermedia puede o no dar lugar a una unidad espacial, como pone de manifiesto –por ejemplo– la distinción entre filiación y residencia en el campo de las relaciones sociales, y, aun cuando sí lo haga, su sede no tiene porqué ubicarse indefectiblemente en el seno de la unidad. El número de escenarios alternativos que resulta de las múltiples posibilidades de combinación entre estos puntos de variación es elevado. Ello convierte en compleja la tarea de evaluar su grado de ajuste con un determinado caso, el cual dependerá –como en toda interpretación– de la red de argumentos que puedan formularse, en el contexto particular, a favor de unas u otras alternativas. Pero lo relevante es que las variaciones señaladas tienen potencial significación social y cultural y que, por tanto, la tienen igualmente para el análisis y la comprensión de la ciudad.
  3. Típicamente, el procedimiento basado en sedes sigue un camino en cierto modo inverso al basado en agrupamientos espaciales de edificios, que Michael Smith (2010: 146) ha subrayado por su valor en ciudades de baja densidad. Si éste parte de la identificación de segmentos urbanos mediante el análisis de las distancias entre grupos residenciales, para luego inferir su carácter detectando pautas significativas en su seno, aquél parte de la identificación de las pautas materiales que definirían las posibles sedes, para luego contrastar su interpretación como tales mediante el análisis de su disposición en la trama urbana; alternativamente –y como queda ilustrado más abajo– también resulta factible inferir el carácter de sede de un tipo de conjunto arquitectónico a partir de las propiedades de su distribución en la ciudad, determinando después los elementos materiales que lo relacionarían con su supuesta función. Ninguna de estas vías excluye a las otras y, en la práctica, cabe alternarlas y combinarlas de maneras diversas según las particularidades de las evidencias arqueológicas en estudio. El tipo de procedimiento, en cualquier caso, no es nuevo en el campo de la arqueología maya. Baste recordar el trabajo de William Haviland (1968), que se sirvió de él para señalar los clanes que habrían residido en Tikal, durante el periodo Clásico, a partir de la identificación del “edificio de clan” que encabezaría a cada uno de ellos; o, varias décadas después, el de Patricia McAnany (1995) –ampliamente usado más adelante–, que combinó la caracterización socioeconómica de los grupos de parentesco con la consideración de su expresión ideológica materializada en lo que cabe entender como sedes.
  4. Dos aspectos han de ser subrayados como características del particular procedimiento basado en sedes que se desarrolla en las páginas siguientes. El primero es la importancia secundaria que aquí hemos dado al tamaño, ya sea en extensión o en volumen construido, entre los rasgos que pueden llevar a identificar como sede a un conjunto arquitectónico. El supuesto es que las unidades sociales o administrativas que compondrían la ciudad maya clásica no tienen por qué ser semejantes en fortuna a pesar de ocupar una posición equivalente en la estructura organizativa urbana; por tanto, sus sedes podrán mostrar variaciones considerables en área y en número y calidad de edificios, valores que se relacionan estrechamente con el estatus económico y que tienden, cuando se usan globalmente, a esconder distinciones significativas tras una pauta urbana concéntrica. Ese supuesto no requiere eliminar la consideración de tales variables en el análisis, pero sí relegarlas lo suficiente como para permitir reconocer configuraciones materiales similares, asociables a las actividades e instalaciones que serían propias de un tipo de sede, sin exigirles homogeneidad en el plano socio-económico. Esta característica tampoco es nueva en el campo de la arqueología maya: Marshall Becker (1971, 1982, 2003a) ha venido desarrollando a partir de Tikal una tipología de grupos arqueológicos que expresamente deja de lado el tamaño de estructuras y grupos para orientarse al descubrimiento de gramáticas arquitectónicas. Nuestro procedimiento –como se detalla más abajo– hace uso de uno de estos tipos definidos por Becker, el Plano de Plaza 2, al cual se añade un segundo tipo, el Grupo sobre Plataforma Basal; en ninguno de los dos hemos incluido el tamaño del grupo entre sus rasgos definitorios.
  5. La segunda característica guarda relación con el tipo de información sobre el cual se ha construido el análisis: la contenida en mapas arqueológicos que son, a su vez, producto de exploraciones sistemáticas en superficie más allá del epicentro de las ciudades. La riqueza de esta clase de mapas, cuando recogen detalles sobre las formas y dimensiones de los montículos explorados y se complementan con los resultados de la excavación de una muestra de ellos, abre la posibilidad misma de combinar la identificación de pautas materiales y pautas espaciales en una escala apropiada para el reconocimiento de sedes; actualmente, además, la inclusión de los datos en sistemas de información geográfica facilita y potencia en alto grado esa labor de detección. Su uso, sin embargo, tiene también limitaciones.
  6. Por un lado, el mapa puede conformar una suerte de palimpsesto, al reunir en el mismo soporte una colección de montículos-estructuras con historias particulares de construcción y ocupación; aun cuando la ubicación, la forma y las dimensiones de esas estructuras se acompañe de información cronológica sobre ellas, asumir que estaban en uso simultáneamente con todos sus rasgos –como lo asume un análisis espacial que las inserta en un mismo conjunto de relaciones de posición y distancia– implica introducir un margen de error que únicamente podría reducirse mediante excavación. No siendo factible esta solución, sólo cabe aceptar el margen de error y tenerlo en cuenta a la hora de evaluar los resultados –o bien, obviamente, renunciar al análisis–. Por lo mismo, y por otro lado, el mapa tiende a constituir una representación esencialmente estática de la ciudad, que favorece abordar su estudio de manera sincrónica. Ciertamente, es responsabilidad del analista formular preguntas sobre las dinámicas que se esconden tras esa representación; pero, de nuevo, la obtención de respuestas depende en buena medida de un ir y venir fluido entre el mapa –la exploración– y la excavación, un tránsito que se entorpece cuando se trabaja exclusivamente con información publicada, sin acceso directo al campo. Estas dos limitaciones no son, pues, intrínsecas al mapa arqueológico. Se derivan de su uso en condiciones de movimiento lento dentro del círculo hermenéutico definido por la exploración, que ofrece una visión global de la ciudad a partir de lo conocido sobre sus elementos, y la excavación, que alimenta y reformula la interpretación general mediante la profundización en una parte de esos elementos. Desde esta perspectiva, los resultados del ensayo de identificación de sedes que aquí se presenta sólo pueden aspirar a constituir una hipótesis global que oriente otros trabajos y quede en espera de su reinterpretación a través de ellos.

Naturaleza de las unidades intermedias en la ciudad maya clásica

  1. En una revisión comparativa sobre la relevancia de barrios y distritos para la interpretación arqueológica de las ciudades, Smith (2010; véase también Smith 2011; Smith y Novic 2012) los ha caracterizado concisamente refiriéndose a la dirección de las fuerzas que los generan: de abajo arriba unos y de arriba abajo los otros. Aquí se usan con el mismo sentido las expresiones “unidades sociales intermedias” y “unidades administrativas intermedias”, que tal vez tengan como denominaciones una condición más neutra. Ambas se adjetivan como intermedias por su situación en algún punto del continuum entre los grupos domésticos que forman la base de la sociedad urbana y la cúspide de la pirámide social y política que gobierna la ciudad en su conjunto. Las primeras se refieren, pues, a entidades que vinculan entre sí a un conjunto de grupos domésticos, típicamente con base en el parentesco; las segundas aluden a entidades cuya función es canalizar hacia la cúspide gobernante bienes y servicios aportados por la población de un sector a su cargo. En el caso de la ciudad maya, pretender identificar ambos tipos de unidades entronca necesariamente con el ya antiguo debate sobre el grado de centralización y desarrollo del aparato administrativo o, en otras palabras, la importancia relativa de parentesco y administración durante el periodo Clásico.
  2. En otro lugar (Adánez, Ciudad et al. 2010) hemos ensayado una revisión de dicho debate, apuntando la conclusión de que las tesis planteadas en él, dado que se han construido a partir de ciudades distintas, pueden representar no sólo una diversidad de opiniones entre los especialistas, sino también una diversidad de situaciones dentro del mundo maya clásico. Así, Copán ha constituido el escenario sobre el que se apoyó la visión de una ciudad poco centralizada, organizada mediante una estructura de linajes segmentarios, encabezados por unas élites poderosas cuyas residencias se localizan en torno al epicentro, y siguiendo, en conjunto, una pauta concéntrica (véase Sanders 1989; Sanders y Webster 1988; Webster y Sanders 2001); las unidades intermedias estarían integradas, pues, en el seno de los grupos de parentesco, identificadas con los niveles superiores de éstos. Más recientemente se han propuesto interpretaciones de otras ciudades, como La Joyanca y Río Bec, en Petén y Campeche respectivamente, que coinciden en esta ausencia de unidades administrativas dispuestas desde las cúspides políticas; los planos de ambas muestran una configuración policéntrica de sectores residenciales que sería resultado de las dinámicas de grupos de parentesco jerarquizados, reemplazando aquí el supuesto de la existencia de linajes con la noción de casas que hacen uso de vínculos flexibles, no limitados a la filiación, en su reproducción y crecimiento (véase Arnauld et al. 2003; Arnauld, Michelet et al. 2012; Lemonnier 2011, 2012; Lemonnier y Arnauld 2008). Xuch, ubicada en el Puuc, presenta una organización distinta, en la que se ha advertido la combinación de barrio y distrito en una misma unidad: el agrupamiento en torno a un sub-centro cívico-ceremonial; esa unidad sería análoga al cuchteel postclásico, a cargo del ah cuch cab, el cual habría sido a la vez cabeza de linaje y funcionario de la administración (Isendahl y Smith 2013: 135-137). Caracol, por último, representa el caso de una ciudad articulada desde su centro, con niveles intermedios insertos en la estructura administrativa; en su plano no se detectan agrupamientos que sugieran la presencia de entidades sociales por encima de las familias extensas asociadas a los grupos residenciales (Chase D. y Chase 2004: 142), mientras que los grupos ubicados en los termini de una red radial de calzadas, dotados de amplias plazas y carentes de restos de actividad ritual o doméstica, se han entendido como nodos de carácter administrativo que conectaban con el centro de la ciudad los sectores circundantes (Chase A. y Chase 1996: 806-807; Chase A., Chase y White 2001: 276).
  3. Esta breve muestra ilustra la diversidad de formas de estructuración que viene revelando la investigación arqueológica en ciudades que, además, se localizaban en paisajes geográficos y políticos distintos, habían protagonizado procesos históricos diferentes y alcanzaron dimensiones muy variables. Pero a este panorama se suman también los resultados de la investigación epigráfica. En este terreno se ha logrado, además de poblar la propia corte maya con personajes y cargos situados en torno al ajaw (véase Houston y Stuart 2001), caracterizar un título, el de lakam, que tiene especial interés para el conocimiento de los niveles administrativos intermedios (véase Lacadena 2008).
  4. El lakam reúne los rasgos de constituir un título menor y aparecer implicado en actividades conectadas con el tributo y la milicia. Las menciones al cargo[2] aparecen predominantemente en soportes menores y en ellas no se les enlaza, mediante referencias a matrimonios o capturas, con personajes de la élite política y religiosa; si bien los contextos iconográficos en que se encuentran representados indican que se trataba de gentes con recursos, los elementos anteriores hacen pensar que no pertenecían a la nobleza de la corte. La asociación de textos e iconografía señala su implicación en la recogida y entrega de tributo dentro de un reino y, asimismo, en funciones militares, probablemente como encargados de las levas. Estas características lo asemejan al ah cuch cab de los reinos postclásicos del norte de Yucatán; sobre la base de una analogía entre ambos cargos y los sistemas administrativos en que se incluirían, el lakam representaría un funcionario ligado a una unidad administrativa menor, encargado de reunir tropas y tributo procedentes de los segmentos sociales ubicados en su distrito y elevarlos hacia el sajal y el ajaw o, en el caso de capitales asiento de ajaw, directamente a éste[3].
  5. Un esquema como el anterior es el que orienta el examen que se realiza a continuación para la ciudad de Tikal y se amplía luego a Motul de San José, Río Azul y La Milpa. Las tres primeras se inscriben en el triángulo que dibuja la procedencia de las cerámicas en las que se ha documentado el título de lakam, con sus vértices en Motul de San José, Río Azul y el área de Holmul, en el Petén central; la cuarta se ubica próxima al mismo.

Unidades sociales y administrativas intermedias en Tikal

  1. La propuesta de identificación que surge del examen de Tikal se concreta en la existencia, por un lado, de unidades sociales cuyas sedes se corresponderían con los grupos con Patrón de Plaza 2 y, por otro lado, de unidades administrativas con sedes materializadas en los grupos clasificables bajo el tipo Grupo sobre Plataforma Basal. Los argumentos que sustentan estas afirmaciones, y que se presentan a continuación, proceden del análisis de los distintos mapas arqueológicos elaborados por el Tikal Project, de la Universidad de Pennsylvania, entre 1956 y 1969: los correspondientes a la cuadrícula central de exploración (Carr y Hazard 1961) y a las brechas que extendieron la prospección hacia los cuatro puntos cardinales hasta alcanzar los límites del Parque Nacional Tikal (Puleston 1983)[4]. En conjunto, ello supone una muestra de unos 38 km2, globalmente fechable en el Clásico Tardío, a través de la cual se han definido tres sectores concéntricos en la ciudad: epicentro, centro y periferia (Figura 2). Excluyendo el epicentro, no examinado aquí, el ensayo de identificación representa un intento de entender, a través de dos clases de conjuntos arquitectónicos, la estructura de un agregado que se eleva a más de 1200 grupos residenciales.

Figura 2. Plano general de Tikal con indicación de la cuadrícula central y las brechas periféricas de exploración arqueológica; los tres sectores concéntricos de la ciudad –epicentro, centro y periferia– se muestran con distintos tonos de fondo. (Modificado a partir de Puleston 1983: fig. 20 y 21. Digitalización: J. Adánez).

Los grupos con Patrón de Plaza 2 como sedes de unidades sociales intermedias

  1. Entre las diversas formas de configuración que muestran sus grupos residenciales, Tikal cuenta con un tipo cuyas características apuntan a su interpretación como una sede ligada a grupos de parentesco: el Patrón de Plaza 2. El PP2 se define por la presencia de una estructura ritual en el lado este del grupo –si bien se han reconocido variantes en esta orientación– elevada sobre una plataforma relativamente alta y relativamente cuadrangular; la excavación de varios de estos grupos ha mostrado su asociación con un complejo funerario recurrente: un enterramiento de estatus comparativamente alto, anterior a la construcción de la estructura ubicada al este, y sucesivas intrusiones de enterramientos adicionales, ligadas generalmente a otras tantas remodelaciones de la misma (Becker 2003a, 2004). Su historia en Tikal puede remontarse al Preclásico Tardío y está documentada durante el Clásico Temprano, pero se centra en el Clásico Tardío, periodo en el que se extendió su construcción, bien ex novo o bien como transformación de conjuntos preexistentes carentes de adoratorio (Becker 2003a: 272; véase la Tabla 1). Fuera de Tikal, y denominados como grupos con adoratorio oriental o grupos focalizados al este, aparecen también en las áreas residenciales de distintos centros en Petén y en Belice; se ha señalado que su proporción es especialmente alta en Caracol, ya relativamente escasa en Ceibal y Copán y nula hacia el norte a partir de Calakmul (Chase A. y Chase 1994: 56), pero puede indicarse la presencia de grupos con adoratorio oriental más allá de esa región, en ciudades tan alejadas de las anteriores como Chunchucmil (véase Hutson et al. 2004) y, de manera al menos puntual, Dzibilchaltún (véanse las Estructuras 38 y 38-sub [Folan 1969]), ambas en Yucatán.

Tabla 1. Cronología de los grupos con Patrón de Plaza 2 de Tikal en los que se ha realizado excavación. * Grupos no clasificados como PP2 en las tablas de Becker (1982). ** Grupos no incluidos en los planos de Carr y Hazard (1961).

  1. El mencionado complejo ritual de carácter funerario confiere a los grupos con PP2 el carácter de lugar dedicado a un culto a los antepasados. No constituyen en absoluto los únicos grupos con enterramientos en Tikal y no todos los enterramientos en ellos se asocian con la estructura oriental, pero esto subraya aún más su cualidad. El que algunos difuntos fueran singularizados mediante la vinculación con el adoratorio, materializando y monumentalizando el lugar en el que venerar su memoria, pone de manifiesto su transformación en antepasados y la práctica de su culto. En la ciudad no hay, por otra parte, grupos distintos que evidencien actividades comparables[5].
  2. La argumentación que permite proponer la identificación de los conjuntos con PP2 como sede de grupos de parentesco descansa en el valor crucial que para éstos tuvo el culto a los antepasados y corresponde, por tanto, a la obra de Patricia McAnany (1995). McAnany entiende que las prácticas rituales en torno a los antepasados responden, desde el comienzo del periodo Clásico en las tierras bajas mayas, a un panorama de creciente densidad de ocupación del paisaje –dentro del carácter disperso que conlleva la contigüidad de vivienda y cultivos– y creciente competencia por los derechos sobre la tierra; tales condiciones favorecieron la conformación de linajes con residencia conjunta en las zonas bajo su control, los cuales afirmaban sus derechos apelando a un “principio de primera ocupación” vinculado a sus fundadores y heredado a través de las generaciones. Los grupos con PP2 representan, en este panorama, el lugar donde se materializaron las actividades e instalaciones ligadas a la expresión de las prerrogativas de los linajes y a la propia existencia de éstos[6].
  3. Si los grupos con PP2 constituyeran efectivamente en Tikal las sedes de entidades de parentesco cuyos miembros residían conjuntamente dentro de sus dominios, entonces habrían de aparecer ubicados en toda la ciudad, combinados con otros tipos de conjuntos residenciales y en número menor al de éstos. Eso es lo que muestra la observación de la cuadrícula central (Figura 3) y las brechas periféricas (Figura 4): aparecen distribuidos ocupando la ciudad de manera completa y continua, aunque no regular, con una proporción global con respecto al número total de grupos en torno al 13% en la cuadrícula y al 18% en las brechas (98 y 95 grupos respectivamente [véase la Tabla 3 en la sección siguiente])[7]. Las áreas donde están ausentes o donde se concentran se corresponden globalmente con variaciones parejas en la densidad general del asentamiento. Una forma de apreciar con más detalle estas propiedades consiste en trazar sobre el plano las zonas que constituirían las unidades espaciales asociadas a cada sede y hacer un recuento de los grupos localizados en cada una de ellas[8]. El número efectivamente asignado a cada unidad es muy variable, como puede verse en los planos de las Figuras 3 y 4 y, combinando el plano con gráficos de frecuencias, en la Figura 5. La mayoría (62 de las 98) cuenta con entre 3 y 16 grupos en la cuadrícula central, pero resulta elevada la frecuencia de las que incluyen únicamente uno (10 de las 98) –la propia sede– y las modas estadísticas se sitúan en 1, 2, 5 y 6. Estas últimas cifras responden a la concentración ocasional de conjuntos con PP2, especialmente acusada en la denominada península sobre la zona de bajos, al este. Las brechas o transectos, por su propia naturaleza de muestra espacial lineal y relativamente estrecha, tienden a dar resultados poco fiables en un procedimiento de asignación como el seguido aquí, pero aun así es notable que la mayoría cuente con entre 3 y 18 grupos; la ubicación de las unidades espaciales con menos de 3 grupos, que coincide especialmente en la brecha oriental, se corresponde en este caso, además de con dos zonas de mayor concentración de conjuntos con PP2, con áreas de baja densidad de ocupación contiguas a las anteriores.

Figura 3. Grupos con Patrón de Plaza 2 y unidades espaciales en la cuadrícula central de Tikal. (Modificado a partir de Carr y Hazard 1961 y Puleston 1983. La clasificación de los PP2 está basada en Becker 1982. Digitalización: J. Adánez).

Figura 4. Grupos con Patrón de Plaza 2 y unidades espaciales en las brechas periféricas de Tikal (de izquierda a derecha: brecha noroeste y norte, brecha sur, brecha este y brecha oeste). (Plano: Puleston 1983: fig. 2-6. Digitalización: J. Adánez).

Figura 5. Histogramas de frecuencias y distribución en el plano de Tikal de las unidades espaciales asignadas a los grupos con Patrón de Plaza 2 en función del número de grupos residenciales que incluyen. (Adviértase, en relación con los totales calculables a partir de los histogramas, que los grupos clasificados únicamente bajo el tipo Grupo sobre Plataforma Basal –20 en la cuadrícula central y 25 en las brechas periféricas– no se han asignado a las unidades espaciales y no se incluyen en los recuentos; asimismo, 6 grupos residenciales de la cuadrícula central han resultado asignados a unidades espaciales correspondientes a sedes ubicadas en las brechas periféricas y –a la inversa– 4 grupos de las brechas han resultado asignados a unidades espaciales correspondientes a sedes ubicadas en la cuadrícula central).

  1. La distribución completa y continua, a pesar de las variaciones mencionadas, indica la presencia en toda la ciudad de un culto a los antepasados, manifestado a través de la misma configuración arquitectónica y –hasta donde se puede extrapolar sin excavación– de las mismas prácticas. Si su interpretación como sedes es correcta, ello implica también la existencia en toda la ciudad de un tipo estructuralmente equivalente de grupo de parentesco[9]. En principio, no se observan diferencias significativas ni entre el sector central y el periférico ni en el seno de cada uno de éstos[10].

Los grupos sobre Plataforma Basal como sedes de unidades administrativas intermedias

  1. A diferencia de lo que ocurre en el caso del PP2 y las unidades basadas en el parentesco, la literatura arqueológica no parece haber señalado configuraciones materiales que puedan considerarse características de una potencial sede administrativa de nivel intermedio en la ciudad maya clásica. Como se ha mencionado más arriba, en Caracol han sido reconocidos grupos con esa función por su posición en la red radial de calzadas que interconectaba el epicentro y distintos sectores de la ciudad y por la ausencia en ellos de restos de actividad doméstica o ritual; pero Tikal carece del primer rasgo –más abajo reaparecerá, sin embargo, el segundo–. Existen asimismo trabajos sobre centros menores, más o menos alejados del núcleo de las ciudades e individualizables en su entorno por dimensiones y complejidad (véase Iannone y Connell 2003); Puleston (1983: 25-26) registró trece sitios de esta clase en la periferia de Tikal, subrayando la diversidad de sus edificios y conjuntos. Tales centros se han considerado parte de una jerarquía administrativa y ha de entenderse que ocupan, por consiguiente, un nivel intermedio en ella. No obstante, pensando que figuras como el lakam pueden representar la existencia de niveles administrativos aun menores, presentes también en sectores no periféricos, aquí se ha optado por intentar identificarlos en el plano de la ciudad.
  2. Ante la falta de una colección inicial de rasgos materiales, la identificación ha partido de una premisa acerca del número y la localización que mostrarían las supuestas sedes administrativas si tuvieran a su cargo a grupos de parentesco y se ubicaran dentro de su propio distrito: un número menor que el de entidades de parentesco y una distribución similar a la de éstas, ocupando todo el plano. Pues bien, en la cuadrícula central de reconocimiento de Tikal –excluyendo el epicentro– los grupos que responden a esas expectativas son aquellos que pueden clasificarse bajo el tipo Grupo sobre Plataforma Basal. El tipo se define por la existencia de una plataforma conjunta sobre la cual se disponen las plataformas y estructuras individuales que componen el grupo (véase, por ejemplo, Cook 1997; Levi 2002; Moriarty 2004); aunque en Tikal no ha sido utilizado formalmente como tal tipo, el rasgo de la plataforma basal está recogido en los textos y puede identificarse en los planos.
  3. En la cuadrícula central –como decíamos– se trata de 28 conjuntos[11] que se distribuyen por toda el área considerada, si bien con tendencia a localizarse en torno al epicentro. El cálculo de las unidades espaciales que les corresponderían como sedes (Figura 6) muestra que tres de ellos –dos ubicados al sur del epicentro y un tercero en el perímetro occidental de la cuadrícula– carecerían de segmento social a su cargo y, por tanto, en la lectura de los resultados del análisis han de considerarse como “sedes fallidas”[12]. Las brechas periféricas añaden 35 GPB a los anteriores, confirmando su presencia en todo el plano, pero de una manera más irregular y sumando nueve sedes fallidas (Figura 7). Este contraste entre los dos sectores, evidenciado en una distinta distribución de frecuencias en lo relativo al número de grupos con PP2 por unidad (la moda estadística es aquí de 1 PP2 por unidad, frente a 3 por unidad en la cuadrícula central; véase la Figura 8), puede ser en general un efecto del muestreo lineal que supone el transecto y es resultado en particular de la elevada, y anómala, concentración de GPB en el extremo oeste de la brecha noroeste (donde se localizan cuatro sedes fallidas) y de la menor densidad de ocupación y de grupos con PP2 en la mitad meridional de la brecha sur (con dos sedes fallidas y ocho de los doce GPB con un solo PP2 en su unidad espacial). Valorados así, estos desacuerdos en las brechas no contradicen la notable correspondencia en la cuadrícula central entre el número y distribución de GPB y los resultados presumidos en caso de representar sedes administrativas menores.

Figura 6. Grupos sobre Plataforma Basal y unidades espaciales en la cuadrícula central de Tikal (los GPB se indican mediante círculos de color rojo, con un aspa inscrita si se trata de sedes fallidas y combinados con verde si muestran también una configuración en PP2; los grupos con PP2 incluidos en las unidades espaciales se indican mediante círculos de color verde). (Modificado a partir de Carr y Hazard 1961 y Puleston 1983. Digitalización: J. Adánez).

Figura 7. Grupos sobre Plataforma Basal y unidades espaciales en las brechas periféricas de Tikal (de izquierda a derecha: brecha noroeste y norte, brecha sur, brecha este y brecha oeste); la simbología usada sigue las convenciones indicadas en la Figura 6. (Plano: Puleston 1983: fig. 2-6. Digitalización: J. Adánez).

Figura 8. Histogramas de frecuencias y distribución en el plano de Tikal de las unidades espaciales asignadas a los Grupos sobre Plataforma Basal en función del número de grupos con Patrón de Plaza 2 que incluyen; las unidades espaciales que no incluyen ninguno –3 en la cuadrícula central y 9 en las brechas periféricas– indican “sedes fallidas” en el análisis. (Adviértase, en relación con los totales calculables a partir de los histogramas, que 15 grupos con PP2 ubicados en las brechas han resultado asignados a sedes ubicadas en la cuadrícula central).

  1. Es interesante señalar que 18 de los grupos –ocho en la cuadrícula central y diez en las brechas– cuentan con plataforma basal y configuración en PP2. Constituirían sedes de entidades de parentesco cuyos ocupantes ostentarían, a la vez, la administración de un distrito a su cargo. Esta clase mixta incluye algunos de los conjuntos arquitectónicos de mayor tamaño tanto en el sector central como en el periférico de la ciudad (véase la Tabla 2).

Tabla 2. Grupos sobre Plataforma Basal identificados en Tikal, ordenados según el tamaño del área ocupada por las plataformas. * Área calculada sobre los mapas digitalizados. No se incluye la altura de la plataforma debido a la dificultad experimentada en la extracción de cifras fiables a partir de los mapas. ** GPB que forma parte de Navajuelal (centro menor en la periferia de Tikal). *** GPB que forma parte de Bobal (centro menor en la periferia de Tikal). **** La clasificación como Patrón de Plaza 2 ofrece dudas.

  1. El alto grado de ajuste espacial de los GPB requiere complementarse, no obstante, con elementos relativos a su configuración material que concuerden con las actividades e instalaciones propias de su supuesta función. A este respecto, únicamente podemos señalar ciertos indicios sugerentes, que nos inclinan a mantener la propuesta de identificación, pero que no pueden considerarse argumentos suficientes.
  2. Un primer indicio procede de Baking Pot, a unos 65 km al este de Tikal, en el valle del río Belice. Se trata de un contraste entre dos conjuntos arquitectónicos particulares, ambos con su desarrollo principal en la misma fase del Clásico Tardío, clasificado uno como grupo con PP2 –y a la vez elevado sobre una plataforma amplia y relativamente baja– y clasificable el otro como GPB. Mientras que el primero muestra restos muebles e inmuebles propios de una rica actividad ritual focalizada en su estructura oriental, el segundo destaca por su carencia de ellos y por contener, en cambio, una alta frecuencia de tipos cerámicos relacionados con el almacenamiento; estos dos rasgos se han interpretado como posible evidencia de que estuvo ligado a la recolección de tributo, por parte de unos moradores sin lazos sociales en su entorno, con destino al epicentro de la ciudad (Conlon y Moore 2003). Desgraciadamente, no disponemos de información sobre Tikal que pueda apoyar esta coincidencia de tributo y plataforma basal sugerida por el caso de Baking Pot. Los GPB en que se han realizado excavaciones, el Grupo 7F-I y el Grupo Barringer o 6B-II, se clasifican también como PP2 y las publicaciones sobre ellos se orientan a registrar y subrayar los enterramientos y escondites asociables a sus estructuras orientales (véase Haviland 1981; Laporte 1999).
  3. Un segundo indicio lo aporta la caracterización material y el papel asignado a los denominados plazuela groups en la jerarquía del asentamiento en el valle alto del río Belice durante el periodo Clásico Tardío (Ball y Taschek 1991: 157-158). Se trata de conjuntos dispuestos sobre una plataforma basal con más de 1 metro de altura y entre 500 y 2500 m2 de superficie y compuestos por más de cuatro estructuras, una de ellas asociada con enterramientos; constituirían el cuarto y último nivel de la jerarquía de lugares centrales en la región –como desde su origen indica el propio término “plazuela”, adoptado por Eric Thompson (1931: 233) en español para denotar un tipo intermedio entre el grupo residencial en torno a un “patio” y la “plaza” monumental– y se vincularían con jefes de ámbito local. Si se dejan en suspenso los rasgos relativos a dimensiones y número de estructuras, estos grupos de plazuela del valle alto del Belice responden a lo que venimos identificando como GPB con una configuración en PP2 y sugieren, de nuevo, una coincidencia entre plataforma basal y, si no directamente funciones administrativas, sí niveles políticos inferiores. La reintroducción de algunos de los atributos ligados al tamaño de los GPB en Tikal (Tabla 2), para su lectura a la luz de la definición de Ball y Taschek, deja por debajo de la categoría únicamente a 9 de los 63 grupos atendiendo a la superficie de sus plataformas, al tiempo que eleva a la categoría inmediatamente superior –plaza groups– a 11 grupos más, siendo cuatro de ellos parte de los centros menores de Bobal y Navajuelal; pone de manifiesto, asimismo, que la configuración en PP2 no es exigible en este caso, como tampoco lo es en el de Baking Pot, para caracterizar esos niveles políticos inferiores.
  4. En ausencia de otras evidencias, la presencia de una plataforma basal sólo puede ligarse a una actividad como la recogida de tributo o la leva militar, en el marco de unidades administrativas menores ubicadas fuera del epicentro, a través del supuesto de que una y otra se vinculan con capas inferiores de la élite, en el caso de la primera por la inversión de trabajo que supone su construcción. Si se examinan los planos de doce de los centros menores dependientes de Tikal (Puleston 1983: fig. 8-16), se puede observar la presencia de plataformas basales completas en diez de ellos; en siete casos conforman, combinadas o no con configuraciones y conjuntos con PP2, el núcleo del centro[13]. Esto sugiere una asociación entre el rasgo material y el estatus en contextos considerados como administrativos, la cual puede proyectarse al resto de la ciudad –recuérdese que, de acuerdo con la clasificación realizada, 63 es la suma total de grupos con dicho rasgo entre los más de 1200 incluidos en el área analizada de Tikal–. No obstante, dadas las variaciones en tamaño de las supuestas sedes identificadas, en algunos casos sería más plausible entender la plataforma como un signo de distinción ligado a la relevancia del cargo –quizá por su posible carácter de reproducción a escala de grupos de mayor nivel, como apuntan Ball y Taschek (1991: 158, nota 16) en relación con las plazuelas– que como resultado de una movilización importante de trabajadores.

Aplicación a otros casos de la propuesta de identificación: Río Azul, Motul de San José y La Milpa

  1. La aplicación a otras ciudades de la propuesta de identificación anterior, surgida del examen de Tikal, se ha emprendido con la expectativa de explorar su validez en un ámbito regional. No se trata, pues, de un análisis individual de cada caso en términos particulares, atendiendo a posibles configuraciones arquitectónicas y pautas espaciales propias, sino de elevar a modelo el panorama obtenido en Tikal –aun con sus puntos débiles– y comprobar en qué medida puede ser válido fuera de ella. Los resultados alcanzados indican que el modelo se ajusta con dificultades a los tres ejemplos analizados, si bien en distinto grado.
  2. Río Azul y Motul de San José tienen interés para el ejercicio de comprobación por estar inscritas, como ya se ha señalado, en el triángulo que dibujan las menciones al título de lakam –a ambas, de hecho, se hace referencia en los textos de dos de las vasijas en que se ha identificado el título–; La Milpa, por su parte, se ubica en la región de los Tres Ríos junto con Río Azul y aporta al análisis un plano con mayor superficie explorada y número de grupos. El rango cronológico de los tres casos coincide en el periodo Clásico Tardío (véase Adams 1999; Foias y Emery 2012; Hammond y Tourtellot 2006)[14]. En los tres se observan grupos con PP2 y GPB, pero, como muestran los indicadores recogidos en la Tabla 3, no aparecen siempre en la misma proporción ni con idéntica distribución espacial que en Tikal.

Tabla 3. Síntesis cuantitativa del resultado de los análisis.

  1. El área considerada de Río Azul muestra en sus cifras globales unos porcentajes cercanos a los de Tikal, alcanzando un grado de ajuste correcto con respecto al modelo (Figura 9). Los conjuntos en los que se aprecia la configuración en PP2 se distribuyen de modo razonablemente regular en el sector que rodea el epicentro y en el meridional, con un nivel de concentración mayor en el oriental. Las sedes fallidas entre los GPB se ubican precisamente en esta última zona, donde por un lado hay una proporción mayor de extensiones desconocidas en torno a ellas y, por otro lado, los resultados de la prospección arqueológica no distinguen claramente las características de las plataformas. Es notoria la frecuencia con que aparece la combinación de plataforma basal y configuración en PP2. Este rasgo, que en Tikal hemos considerado el resultado del solapamiento de las funciones social y administrativa en una misma sede, se vincula aquí en algunos casos con el epicentro, especialmente en el grupo de las estructuras A-11 a A-14; el rasgo reaparece con propiedades similares en Motul de San José –el Grupo 8M7 en particular– y en La Milpa –donde el Grupo 351 no está contiguo a la Plaza A pero sí muy próximo a ella–. Sea correcta o no su identificación como sede administrativa, esto sugiere una asociación específica entre la corte y un subconjunto de grupos de parentesco que se manifestaban como tales a través del culto a los antepasados en un adoratorio o pirámide oriental.

Figura 9. Grupos con Patrón de Plaza 2 y Grupos sobre Plataforma Basal y sus correspondientes unidades espaciales en el plano de Río Azul; la simbología usada sigue las convenciones indicadas en la Figura 6. (Modificado a partir del plano conservado en el Instituto de Antropología e Historia de Guatemala [véase también Adams 1999: fig. 3.3]. Plano: M. Orrego y E. Ponciano, 1985. Digitalización: J. Adánez).

  1. Motul de San José (Figura 10) reúne, en un área cartografiada que representa un 35% de los aproximadamente 4,2 km2 considerados como probable extensión del sitio (Foias y Emery 2012: 21), una proporción de grupos con PP2[15] similar a la calculada para las brechas periféricas de Tikal, distribuidos también de forma coherente con la función de sedes de entidades con base en el parentesco. Sin embargo, la proporción de GPB se triplica y, consecuentemente, su localización deja cuatro de las once hipotéticas sedes con el atributo de fallidas; aunque cabe recordar la tendencia a ubicarse en torno al epicentro que muestran los grupos equivalentes en Tikal, la magnitud de estas cifras resulta, sobre la base de la extensión conocida de la ciudad y de los argumentos que dan pie a parte de la propuesta de identificación, anómala. Además de la ya señalada vinculación con el epicentro de conjuntos con adoratorio oriental y plataforma basal, los GPB de Motul de San José apuntan a la distinción de un subtipo cuyo sentido con respecto a la clase general está por interpretar –y que responde al Tipo III en la clasificación empleada en este sitio (Foias et al. 2012: 104)–: plataformas basales amplias sobre las que únicamente se han construido una o dos estructuras, dejando libre una gran parte de su superficie.

Figura 10. Grupos con Patrón de Plaza 2 y Grupos sobre Plataforma Basal y sus correspondientes unidades espaciales en el plano de Motul de San José; la simbología usada sigue las convenciones indicadas en la Figura 6. (Modificado a partir del plano conservado en el Instituto de Antropología e Historia de Guatemala [véase también Foias y Emery 2012: fig. 1.2]. Plano: M. D. Moriarty, 2001. Digitalización: J. Adánez).

  1. La Milpa representa el caso más complejo en número total de grupos y área considerada y, a la vez, el más alejado de las previsiones del modelo (Figura 11). Los dos tipos de conjuntos arquitectónicos están presentes y ambos parecen tener significación en la articulación de la trama urbana, pero sus números son relativamente pequeños y, sobre todo, demasiado semejantes entre sí. La disposición en el plano de unos y otros concreta estas impresiones anunciadas por las cifras: los grupos con PP2 se concentran en algunos sectores, pero están ausentes en otros que, sin embargo, cuentan con ocupación y en los que los GPB, al mostrar una distribución general más regular, aparentan suplirlos. En esos sectores, los GPB ocupan la posición que –de acuerdo con la propuesta nacida en Tikal– deberían ocupar grupos con adoratorio oriental. De nuevo, estas características quizá estén artificialmente subrayadas por efecto de la exploración mediante transectos, particularmente en el caso del más estrecho; el que el cuadro completo de 1 km2 en torno al epicentro sí combine de manera más ajustada al modelo las dos clases de supuestas sedes apuntaría en esa dirección, pero también puede estar manifestando una distinción relevante entre el área central y las periféricas. Sobre la base de un análisis guiado primariamente por el tamaño de los grupos, se ha sugerido la existencia en La Milpa –especialmente en el Transecto Este– de una serie de agrupamientos residenciales situados a intervalos regulares y encabezados por conjuntos que, aun teniendo mayor volumen construido que el resto, son clasificables arqueológicamente en tipos heterogéneos (Tourtellot et al. 2003); los criterios que aquí utilizamos alteran y subdividen esos conglomerados, pero se topan con el mismo hecho por un camino inverso: parten de dos tipos homogéneos y los encuentran plasmados en grupos con localizaciones heterogéneas, no solapadas. Esto último estorba su identificación como sedes con funciones diferenciadas pero articuladas entre sí.

Figura 11. Grupos con Patrón de Plaza 2 y Grupos sobre Plataforma Basal y sus correspondientes unidades espaciales en el plano de La Milpa; la simbología usada sigue las convenciones indicadas en la Figura 6. (Modificado a partir del plano disponible en http://www.bu.edu/lamilpa/, completado a partir de Everson 2003: fig. 4.2-4.8. Plano: F. Estrada Belli [GIS], Norman Hammond y Gair Tourtellot [directores del Proyecto La Milpa]).

Conclusiones

  1. La propuesta concreta de identificación de unidades sociales y administrativas intermedias a través de sus sedes, inicialmente surgida a partir del examen de la cuadrícula central de Tikal y revalidada ahora con la información procedente de las brechas de exploración en su área periférica, cuenta con evidencias suficientes para mantenerse en el caso de esta ciudad. Es más firme en lo que respecta a la consideración de los grupos con Patrón de Plaza 2 como sedes de entidades de parentesco, ya que reúne evidencias materiales y espaciales coincidentes en esa conclusión. La identificación de los grupos sobre plataforma basal como sedes administrativas menores se apoya primariamente en su número y distribución y, aunque no carece de indicios relativos a configuraciones materiales conectadas con su supuesta función, tiene un carácter más hipotético.
  2. La validez regional de la interpretación, sin embargo, queda globalmente sin una clara confirmación, pues cada uno de los tres casos analizados muestra una combinación distinta de acuerdos y diferencias. Lo que puede concluirse de esos distintos grados de desviación con respecto al modelo en Río Azul, Motul de San José y La Milpa es, por un lado, la constatación de la diversidad de configuraciones que exhibe la ciudad maya clásica en sus niveles intermedios, a pesar de las semejanzas generales entre los grupos domésticos considerados aisladamente y entre las prácticas desarrolladas en los epicentros. Cabría intentar entender los desajustes en términos de un mismo proceso de reajuste en la importancia relativa de parentesco y administración, plasmado en cada caso mediante alteraciones en número y localización de las sedes ligadas a una y otra esfera. Pero conviene recordar –y este es el otro lado– la multiplicidad de fuentes potenciales de variación que confluyen, no ya en la conformación de entidades intermedias, sino en su expresión material a través de sedes; la falta de información relativa a las distribuciones espaciales en distintos periodos y fases dificulta discriminar entre esas fuentes de variación e identificar procesos. La diversidad constatada en la comparación sí abunda, por último, en el interés de avanzar en el examen de la ciudad maya clásica analizando cada caso en sus propios términos: buscando detectar en cada plano –como aquí se ha ensayado en el de Tikal– qué tipos de grupos arqueológicos, de acuerdo con su localización relativa y sus rasgos materiales, podrían representar entidades intermedias en la organización urbana.
  3. El Patrón de Plaza 2 y el tipo Grupo sobre Plataforma Basal constituyen en Tikal, de acuerdo con la propuesta y con los matices recién recordados, formas de plasmar las actividades y significaciones propias de las entidades sociales y administrativas con las que se les ha relacionado en las páginas anteriores. Teniendo en cuenta la proporción con que uno y otro aparecen en el resto de las ciudades examinadas, ambos singularizan conjuntos arquitectónicos en las agregaciones residenciales en torno a los epicentros y, en esa medida, han de desempeñar un papel relevante en la comprensión de las ciudades dentro de una región todavía por delimitar. El que en esa región representen sedes requiere todavía más amplia exploración.

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Notas

[1] La versión del análisis de Tikal publicada en 2010 se ve ahora ampliada con la inclusión de cinco de las seis brechas exploradas más allá de la cuadrícula central de reconocimiento (Puleston 1983: fig. 2-7), que añaden 22 km2 a los 16 km2 de dicha cuadrícula y afectan también a algunos de los sectores de ésta. Se han hecho asimismo modificaciones en la clasificación de algunos de los grupos entonces considerados.

[2] Las menciones inicialmente identificadas provienen de los textos de cinco vasijas cerámicas del corpus de Justin Kerr (Lacadena 2008: 23-31): K4996 –con referencia al rey de Ik’a’ (Motul de San José)–, K5763, K2914 –con referencia a Río Azul–, K5722 –de estilo Holmul– y, de manera más dudosa, K5445. Posteriormente, se han reconocido menciones adicionales al título en un hueso procedente de la Estructura M7-22 de Aguateca (véase Inomata et al. 2001: fig. 12), en la Cláusula 24 del Cuarto 1 de Bonampak (véase Miller y Brittenham 2013: 231 y lámina inserta del Cuarto 1) y en la escalinata jeroglífica de la Estructura GZ1, en el Grupo Guzmán, de El Palmar (Tsukamoto 2014: 62). Esto extiende su región de uso, primeramente ubicada en el Petén central, hacia el Petexbatún y el alto Usumacinta, de un lado, y hacia el sureste de Campeche, de otro.

[3] Sobre las funciones del ah cuch cab postclásico y su conexión con el lakam, véase Lacadena 2008: 32-33. McAnany (1995: 92-95) identifica al ah cuch cab como cabeza de un linaje y Isendahl y Smith (2013: 137) entienden que fue a la vez cabeza de un linaje y cargo con funciones administrativas. Sin embargo, entre las ocho definiciones del término que reúne el Diccionario Maya Cordemex únicamente la versión más ecléctica –la que tiene como fuente las obras de Ralph Roys– recoge su sentido como jefe de linaje (Barrera Vásquez 1980: 344). Conviene recordar, asimismo, que en el panorama trazado por Sergio Quezada para el Yucatán postclásico se señalan dos figuras por debajo del batab en relación con las unidades que venimos denominando intermedias: el ah cuch cab, que era un funcionario designado por el batab –de arriba abajo– para un cuchteel a su cargo, y el ah kul o ah kulel, que era representante del cuchteel –de abajo arriba– ante el batab; ambas figuras, no obstante, se vinculan con la misma unidad socio-espacial y ambas se integraban en un concejo a través del cual se administraba el batabil (Quezada 1993: 43).

[4] La cuadrícula central, de 16 km2, fue explorada empleando intensidades distintas: se registraron detalles sobre las formas y dimensiones de los montículos hallados en una cuadrícula inscrita de 9 km2, mientras que en el perímetro de esta última, hasta completar los 16 km2, se anotó únicamente la localización y la orientación, lo que impide apreciar características relevantes para la clasificación de los conjuntos arquitectónicos; esto fue únicamente corregido en las intersecciones con las brechas periféricas y en el sector de la denominada península sobre la zona de bajos, al este. La información carente de detalle procedente del perímetro sólo se incluye en el análisis en términos de grupos indiferenciados. No se ha incluido, por otra parte, la extensión de las brechas norte y noroeste hasta alcanzar Uaxactún.

[5] Entre esos tipos distintos, únicamente muestran rasgos rituales los grupos con Patrón de Plaza 4, definido por la presencia de una plataforma baja, a modo de altar, en el centro del patio o plaza; la excavación de algunos de esos altares ha sacado a la luz depósitos con cráneos humanos (Becker 2003a: 263-265). No obstante, la suma total de grupos con esta configuración se limita a ocho en la cuadrícula central de Tikal; en las brechas periféricas no se ha identificado ninguno (Becker 2009a: 17-18).

[6] Aquí se usa preferentemente la expresión “grupos de parentesco”, en lugar de “linajes”, con la intención de acoger en ella la idea de que los supuestos linajes conformaban “casas”, en el sentido social que Lévi-Strauss dio al término (1981: 150; véase Gillespie 2000; Joyce y Gillespie 2000). Todos los aspectos subrayados con respecto a los grupos con PP2 son coherentes con esta interpretación, incluyendo su consideración como sedes.

[7] En la cuadrícula central la identificación de grupos con PP2 ha seguido la propuesta por Becker (1982), mientras que en las brechas se ha realizado sobre la base del examen de los planos.

[8] El procedimiento, cuyo objetivo es evaluar las propiedades de la distribución espacial de las sedes con respecto a otro tipo de grupos, se concreta en el cálculo de los polígonos de Thiessen de todos los grupos residenciales (salvo los clasificados únicamente como GPB) y en la asignación, luego, a cada sede –grupo con PP2– de los polígonos correspondientes a los grupos más próximos a ella. Los grupos ubicados en el perímetro de la cuadrícula central están incluidos en la asignación; no obstante, debido al menor detalle con que se cartografió esta zona, sólo es posible identificar sedes entre ellos en las intersecciones del perímetro con las brechas periféricas.

[9] Becker, que ha relacionado el PP2 con la veneración a los antepasados de un linaje (Becker 2003a: 272), lo ha considerado manifestación de un sector de población con tradiciones culturales propias, vinculado a la llegada de inmigrantes o comerciantes (Becker 2003a: 273; 2003b: 104) que habrían conformado enclaves étnicos en las zonas donde se concentran los grupos con PP2 (Becker 2009b: 91). La distribución general aquí descrita, sin embargo, contradice una interpretación en términos de enclaves.

[10] Puede apreciarse, sin embargo, una cierta tendencia a asociar las sedes por pares en el Tikal central. La confirmación e interpretación de este rasgo, que potencialmente apunta hacia alguna forma de dualismo, queda fuera de los límites de este trabajo.

[11] Con respecto a versiones anteriores de este análisis, el número de 28 resulta de dar de baja cuatro casos en la relación de GPB (los grupos 3C-VII, 3C-XIV, 3C-XV y 4B-III, cuyas supuestas plataformas basales representan en realidad nivelaciones) y dar de alta otros cuatro (4E-VI y, ubicados en la intersección de las brechas periféricas con la cuadrícula central, 1D-XII, 5A-V y 5H-III).

[12] El procedimiento de cálculo es análogo al descrito más arriba, asignando ahora a cada GPB las unidades espaciales correspondientes a los grupos con PP2 más próximos. En el caso de que éstos ya estén asignados –por estar aún más próximos a otros GPB–, la sede queda sin unidad espacial; ello indica una falta de ajuste con respecto a la distribución esperada, pero no constituye –obviamente– una forma de discriminar si un GPB concreto responde o no al carácter de sede.

[13] Jimbal, El Encanto, Santa Fe, Ávila, Navajuelal, Bobal y Mixta Xuc se articulan en torno a grupos sobre plataforma basal que –salvo en el primer caso– pueden clasificarse también como PP2. El Descanso, Corosal y Chikin Tikal incluyen tales grupos. Únicamente Uolantun y Tintal carecen de ellos.

[14] El plano de Río Azul tiene mayor complejidad cronológica que el resto, pues la ciudad se construyó durante el Clásico Temprano y, tras un hiato, se reocupó durante el Clásico Tardío, especialmente durante el siglo VIII y la primera mitad del IX. No obstante, Adams (1999: 46, 122-123) señala que la reocupación supuso la rehabilitación de algunos palacios y el relleno de otros para servir de base a nuevas construcciones –como en el caso del Complejo A-11– e indica que afectó a la mayoría de los grupos de rango inmediatamente inferior –la Clase 2 del sitio, con la cual vincula al 85 % de las residencias de Clase 3 y 4–, extendiéndose su presencia por las zonas rurales.

[15] En Motul de San José incluimos en esta categoría los Tipos IV y V de la clasificación de Moriarty (2004: 28-30), que sigue, a su vez, las especificaciones de Becker para la identificación de oratorios; el Tipo V se atiene a la ubicación del oratorio al este y el Tipo IV acoge grupos que lo incluyen en otra ubicación.

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